Ganar batallas, perder la guerra - Por Mario Vargas Llosa
18 de febrero - Wikipedia, la enciclopedia libre
1836.- Felipe Santiago Salaverry, quien había depuesto al presidente Luis José de Orbegoso y se había autoproclamado "Legislador Supremo del Perú", es fusilado en Arequipa, tras ser derrotado en la batalla de Socabaya.
1935.- Muere Carlos Alberto Saco, autor de "Cecilia", "Suspiros" y otros temas. Compuso la música del vals "Rosa Elvira", con letra de Pedro Espinel. Varias calles de Lima llevan su nombre.
1974.- Muere en Lima, el General Manuel A. Odría Amoretti, presidente del Perú (1948-1956).
22 DE FEBRERO - 1904 - DÍA DE LA ANTÁRTIDA ARGENTINA - 2013 / FUNDACIÓN MARAMBIO
NOVEDADES FLUVIUM "SELECCIÓN" de la semana - Dirige Luis de Moya
LA RUTA DE LA EXCELENCIA - Enviado por Eva Borrego Esquivel
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Designan a nuevo Director del Archivo Regional de Tacna
Tacna, 18 de Febrero.- El Gobierno Regional de Tacna designó como nuevo director del Archivo Regional de Tacna al profesor Norberto Fredy Lanchipa Palza, quien de ahora en adelante tiene el encargo de velar por el patrimonio documental que alberga el histórico archivo regional de nuestra región.
Mediante Resolución Ejecutiva Regional Nro. 073-2013-P.R./GOB. REG. TACNA se oficializó la medida, para continuar con el normal funcionamiento de esta dependencia del Gobierno Regional de Tacna.
Como se conoce, semanas atrás era Don José Giglio Varas, quien se desempeñaba como director del archivo regional, pero, tras su desaparición, el Gobierno Regional de Tacna designó como nuevo director al profesor Fredy Lanchipa.
El Archivo Regional de Tacna tiene como misión conducir y controlar el desarrollo del sistema regional de archivos, asegurando la conservación del patrimonio documental de nuestra región. A través del uso de nuevas tecnologías y técnicas archivísticas para optimizar el servicio a la ciudadanía.
Más información en:
www.regiontacna.gob.pe
www.twitter.com/RegionTacna
www.youtube/antenanoticiastacna
TACNA - PERÚ
Srs Comunicadores Sociales
SANJOSEFINAMENTE
David Grossman no es solo un excelente novelista y ensayista; también una figura pública que defiende la negociación entre Israel y Palestina, la cree todavía posible y está convencido de que en el futuro ambos Estados pueden no solo coexistir sino colaborar en pos del progreso y la paz del Medio Oriente. Habla despacio, con suavidad, y sus argumentos son rigurosos, sustentados en convicciones profundamente democráticas. Fue uno de los seguidores más activos del movimiento “Paz, ahora” y ni siquiera su tragedia familiar recientemente padecida –la pérdida de un hijo militar en la última guerra en la frontera del Líbano– ha alterado su vocación y su militancia pacifistas. Sus primeros libros incluían muchas entrevistas y relatos de sus conversaciones con los palestinos que a mí me sirvieron de brújula para entender en toda su complejidad las tensiones que recorren a la sociedad israelí desde el nacimiento de Israel. Su conmovedora intervención, durante el Hay Festival, en Cartagena, fue escuchada con unción religiosa por los centenares de personas que abarrotaban el teatro.
El documental del cineasta israelí Dror Moreh es fascinante y no me extraña que haya sido seleccionado entre los candidatos al Oscar en su género. Consiste en entrevistas a los seis ex directores del Shin Bet, el servicio de inteligencia de Israel, es decir, los guardianes de su seguridad interna y externa, quienes, desde la fundación del país, en 1948, han combatido el terrorismo dentro y fuera del territorio israelí, decapitado múltiples conspiraciones de sus enemigos, liquidado a buen número de ellos en atentados espectaculares y sometido a la población árabe de los territorios ocupados a un escrutinio sistemático y a menudo implacable. Parece inconcebible que estas seis personas, tan íntimamente compenetradas con los secretos militares más delicados del Estado israelí, hablen con la franqueza y falta de miramientos con que lo hacen ante las cámaras de Dror Moreh. Una prueba relevante de que la libertad de opinión y de crítica existe en Israel. (El director de la película ha explicado que, al pasar esta por la seguridad del Estado, ya que aludía a cuestiones militares, solo recibió dos ínfimas sugerencias, a las que accedió).
El Shin Bet ha sido muy eficaz al impedir atentados contra los gobernantes israelíes tramados por terroristas islámicos, pero no pudo atajar el asesinato del primer ministro Yitzhak Rabin, el gestor de los Acuerdos de Paz de Oslo, por un fanático israelí. Eso sí, consiguió evitar el complot de un grupo terrorista de judíos ultrarreligiosos que se proponía dinamitar la Explanada de las Mezquitas o Monte del Templo, lo que sin duda hubiera provocado en todo el mundo musulmán una reacción de incalculables consecuencias.
“Para combatir al terror hay que olvidarse de la moral”, dice Avraham Shalom, quien debió renunciar al Shin Bet en 1986 por haber ordenado asesinar a dos palestinos que secuestraron un autobús. Anciano y enfermo, Shalom es uno de los más fríos y destemplados de los seis entrevistados a la hora de describir al Israel de nuestros días. “Nos hemos vuelto crueles”, afirma. Y también que se han perdido el idealismo y el optimismo que caracterizaban a los antiguos sionistas. Los gobiernos de ahora, según él, evitan tomar decisiones de largo aliento. “Ya no hay estrategia, solo tácticas”.
Por su parte, Ami Ayalon, que dirigió el Shin Bet entre 1996 y el 2000, lamenta que sus compatriotas no quieran ver ni oír lo que ocurre a su alrededor. “Cuando las cosas se ponen feas, dice, lo más fácil es cerrar los oídos y los ojos”. La frase que más me impresionó en todo el documental la dice él mismo: “Ganamos todas las batallas, pero perdemos la guerra”. Yo creo que no hay mejor definición de lo que puede ser el futuro de Israel si sus gobiernos no enmiendan la política de intransigencia y de fuerza que ha sido la suya desde el fracaso de las negociaciones con los palestinos de Camp David y Taba.
Contrariamente a lo que se esperaría de estos hombres duros, que han tomado decisiones dificilísimas, a veces sangrientas y feroces, en defensa de su país, ninguno de ellos defiende las posiciones de esa línea fanática y sectaria que encarna el movimiento de los colonos, empeñados en rehacer el Israel bíblico, o el partido del ex ministro de Relaciones Exteriores de Netanyahu, Avigdor Lieberman. Aunque con matices, los seis, de manera muy explícita, consideran que la ocupación de los territorios palestinos, la política de extender los asentamientos y la pura fuerza militar han fracasado y preludian, a la corta o a la larga, un desastre para Israel. Y que, por ello, este país necesita un gobierno con genuino liderazgo, capaz de retirarse de los territorios ocupados como Ariel Sharon retiró a las colonias de la Franja de Gaza en el 2005. Los seis son partidarios de reabrir las negociaciones con los palestinos. Avraham Shalom, preguntado por Dror Moreh si ese diálogo debería incluir a Hamás, responde: “También”. Y apostilla, aunque sin ironía: “Trabajar en el Shin Bet nos vuelve un poco izquierdistas, ya lo ve”.
Escuché al director de The Gatekeepers la noche del estreno de su película en New York y las cosas sensatas y valientes que decía se parecían como dos gotas de agua a las que le había oído, unos días antes, en Cartagena, a David Grossman. “¿Qué se puede hacer para que esa opinión pública que no quiere ver ni oír lo que ocurre se vea obligada a hacerlo?”, le preguntó una espectadora. La respuesta de Dror Moreh fue: “El presidente Obama debe actuar”.
Su razonamiento es simple y exacto. Estados Unidos es el único país en el planeta que tiene todavía influencia sobre Israel. No solo por la importante ayuda económica y militar que le presta, sino porque, enfrentándose a veces al mundo entero, sigue apoyándolo en los organismos internacionales, vetando en el Consejo de Seguridad todas las resoluciones que lo afectan, y porque en la sociedad estadounidense las políticas más extremistas del gobierno israelí cuentan con poderosos partidarios. Conscientes del desprestigio internacional que sus gobiernos le han ganado, de las amonestaciones y condenas frecuentes que recibe de las Naciones Unidas y de organizaciones de derechos humanos debido a la expansión de los asentamientos y su reticencia a abrir negociaciones serias con el gobierno palestino, Israel se ha ido aislando cada vez más de la comunidad internacional y encerrándose en la paranoia –“El mundo nos odia, el antisemitismo triunfa por doquier”– y en un numantismo peligroso. Solo Estados Unidos puede convencer a Netanyahu de que reabra las negociaciones y acelere la constitución de un Estado Palestino y de acuerdos que garanticen la seguridad y el futuro de Israel. David Grossman y Dror Moreh lo creen así y con constancia y valentía, en sus campos respectivos, obran para que ello se haga realidad.
Ojalá ellos y los israelíes que piensan todavía como ellos consigan su designio de diálogo y de paz. Yo tengo algunas dudas porque también en Estados Unidos hay muchísima gente que, cuando se trata de Israel, prefiere taparse las orejas y los ojos en vez de encarar la realidad.
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Jesús, ejemplo ante la corrupción
Los linchamientos sociales son un fenómeno que existe desde la antigüedad. Nada peor que una masa ciega y encendida que quema herejes o mata criminales que nadie ha demostrado que lo sean.
Pero también es linchamiento generalizar un problema, o una situación, y aplicarla de forma única a todo un colectivo.
No todos los sacerdotes son pedófilos, hay curas, monjas y misioneros ejemplares como personas y en el compromiso con su fe. Tampoco todo telepredicador evangélico es un estafador, hay televangelistas convencidos de lo que predican, y viven conforme a la ética cristiana. Y no todo musulmán es un fanático fundamentalista, hay ciudadanos islámicos educados, respetuosos y que saben vivir de manera plural y totalmente alejada de los tópicos del extremismo. Igualmente no se puede decir que cualquier persona atea o agnóstica sea inmoral, al contrario, nos encontramos referencias morales (en ocasiones mejores que los creyentes) sin ninguna creencia.
Que en todo hay casos que podríamos exponer para mal, sin duda. Que pueden ser numerosos, también. Para todos. Pero a nadie le gusta, ni es justo, ni es ético, ser medido con la vara de otra persona que le es ajena.
Esto mismo debemos aplicarlo a la situación actual de la vida política. Hay corrupción, y es un enorme problema, especialmente quienes vivimos en España estamos preocupados por esta realidad que parece salir de cada armario que se abre. Pero esto no debe ser motivo ni justificación para un linchamiento de toda institución social y política, y especialmente de las personas que están en ellas.
En primer lugar, porque hablamos de un hecho necesario. Podemos quejarnos de la polución, pero no negarnos a respirar. La política, para bien y/o para mal, es una realidad inseparable de la condición humana desde el relato del Génesis (si se nos permite), o en frase laica y políticamente correcta, desde que el ser humano existe sobre el planeta Tierra.
En segundo lugar por lo que antes adelantamos: no seamos injustos. Dejarnos llevar de un lógico (y necesario) sentido de indignación no debe suponer llegar a extremos insostenibles, irracionales y terriblemente nada correctos.
Hay buenas personas y buenos políticos, que intentan ser justos en un mundo y un medio injusto (como todos nosotros). Que quieren hacer lo correcto en situaciones de extrema complejidad en las que a veces lo correcto no es nada evidente (como nosotros). Que tienen que elegir entre estar en medio de un mundo de errores (pecados) al que quieren mejorar, sin abandonar ante el desánimo o lo difícil de la tarea, a pesar de que lo cómodo sería aislarse y retirarse (como nos pasa también a nosotros).
Y por último, y muy importante. Todos tenemos los pies con polvo del camino. La corrupción no empieza con 22 millones de euros en una cuenta en Suiza. Comienza con quien defrauda a su empresa o cliente en el trabajo, o a Hacienda, o a sus empleados con condiciones abusivas o ilegales. O viviendo con gastos innecesarios, de espaldas y ciegos a la necesidad de seres humanos que padecen penurias de todo tipo en el Primer, Segundo y Tercer mundos. Y ahí debemos mirarnos todos. No para dejar de indignarnos con la corrupción, sino para entender que (en mayor o menor medida) esa misma corrupción está en cada uno de nosotros, como mínimo como una tendencia que aflora al menor descuido.
Justicia sí, sin duda alguna, pero también misericordia. Indignación sí, pero unida a la comprensión (que no justificación). Denuncia ante el mal, siempre, pero siendo conscientes de que no podemos vernos totalmente ajenos a ese mal que nos envuelve y denunciamos.
¿Por qué? Porque así fue Jesús(en su caso, sin ninguna culpa, El es el único hombre justo) Jamás dejó de denunciar el abuso de los líderes religiosos y políticos, sus hipocresías, el negocio de la religión, el menosprecio social a la mujer, los niños y los débiles. Se indignó ante el pecado, pero sobre todo con quienes no se creían pecadores y a la vez se ponían como jueces. Y supo ayudar, entender, a quienes los judíos veían como extranjeros (la mujer sirofenicia), opresores (el centurión de Cafernaum), y corruptos políticos (recaudadores de impuestos, como Leví y Zaqueo). Incluso lavó los pies y amó hasta el final al más corrupto de todos sus discípulos, el tesorero del “partido de Jesús”, que tenía una cuenta B en dinero negro para su propio beneficio: Judas.
Y por supuesto, Jesús de Nazareth es el paradigma de corazón humano libre de corrupción. Generoso, justo, de vida intachable, desapegado de los intereses materiales o personales... ¡para qué contarles! Cuanto más conoce uno al ser humano, más ama a Jesús.
Sigamos sus pasos, hasta donde nos sea posible. No vivamos en un convento utópico de espaldas a la realidad que nos envuelve. Pero tampoco miremos la maldad que hiede a nuestro alrededor como si nosotros, de alguna forma, activa o pasiva, no estuviésemos siendo parte de ella.
http://www.protestantedigital.com/
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