SIMBOLISMO DEL AGUA
AGUA
Si hiciéramos una reducción a lo esencial del simbolismo del agua, diríamos que ésta es vital, purificadora y regeneradora. Vital por ser fuente de la que se alimenta todo organismo viviente: casi todo el cuerpo es agua, casi todo el planeta tierra es agua –esta última casi toda ella con sal: impide su putrefacción-; purificadora porque limpia alejando toda impureza; regeneradora porque constantemente retorna todas las cosas a su estado original, moldeando y dinamizando la evolución de todos los organismos.
El agua fecundante cubre con sus símbolos el alma que se mueve en el mar de la existencia inquietamente impulsada por los sentimientos que son como los ríos del alimento de la vida. El alma vibra como las corrientes, pero también se aturde como las profundidades en donde la oscuridad alberga monstruos como los que crea la razón en sueños —según aquel Capricho de Goya—. El alma fría y estática es como un glaciar que sólo el fuego del amor será capaz de derretir. El alma es, a veces, como el agua cristalina quieta que, haciendo de espejo, ella misma se convierte en lo que mira.
Para los judíos, como más tarde para los cristianos, el agua lo es todo. Yahvé es fuente de vida, rocío matutino, lluvia fecundante, bendición esperada. Del corazón del judío brotan surtidores de justicia y sabiduría edificando, sobre los cimientos del alma, el mejor de los templos. Para los cristianos, el Cristo es agua viva cuya bebida sacia toda sed para siempre: es la consolación del Espíritu hecho conocimiento. Agua que limpia y purifica —éste es el sentido del Bautismo cristiano, al igual que otros bautismos de otras religiones—. Borra lo impuro, arrasa lo defectuoso, disipa la tiniebla, aclara la luz. Algo tendrá el agua cuando la bendicen —reza un dicho popular—. Pero sobre este rico simbolismo cristiano pende la observación de Jeremías profeta (2,13): «Se alejaron de Mí, fuente de agua viva, y se hicieron otros aljibes que, agrietados, se están secando».
Para al Islam, el agua tiene su simbolismo purificador y vital. El agua es, en esencia, el origen de todo rito iniciático que conducirá al místico y al hombre espiritual hasta la inmortalidad. Para los hindúes —y con ellos para casi todo el mundo oriental—, el agua es fuente de vida, fecundante, fértil, sabia. El agua es la manifestación máxima del mundo: aguas de lo alto, superiores, benéficas; aguas de lo bajo, inferiores, maléficas. Aguas primordiales. El agua es esencial en todo rito purificador, pues ella misma es pureza y virtud: quien la bebe alcanza la sabiduría.
En todas las cosmogonías del mundo, el agua figura como elemento primordial: origen. Pero hay muchos tipos de agua: aguas claras o turbias, dulces o violentas, estancas o corrientes, duras o blandas, altas o profundas. Muchos creyeron que las había masculinas y femeninas, machos y hembras, ctónicas y uránicas. Su límite de diferenciación es casi imperceptible. Puesto que estamos hablando de imágenes y símbolos, ya Hesíodo da en el clavo: el amor las distingue. Cierto que muchos -los aztecas, los dogon, los bambara- relacionan el agua con la sangre; otros, con el fuego - los celtas, los druidas-.
Dicen que quien sueña con agua lo hace porque inconscientemente quiere regresar al vientre materno en busca de refugio. Sea lo que fuere, es mejor siempre acudir al sentido vital, purificador y regenerador del agua. Y desgracia para aquel que diga: “De esta agua no beberé”.
León Deneb
POR FAVOR CUIDEN EL AGUA QUE ES VIDA EN TODOS LOS IDIOMAS
Comparte José Sosa jl_sl1@yahoo.es
0 comentarios