INSENSIBILIDAD DE VECINOS Por: Prof. Walter Barrios Acevedo
INSENSIBILIDAD DE VECINOS
Por: Prof. Walter Barrios Acevedo
walterbarrios04@hotmail.com
Hoy como casi todos domingos, salí a correr. Para tal fin, me suelo trasladar a una pequeña plazuela que existe en la Urbanización Santa Ana, frente al colegio del mismo nombre, por la parte casi central de la calle Arica, en la ciudad de Tacna.
Previo calentamiento en casa, cerca de la una de la tarde, fui rumbo al sitio. Al llegar a la placita, puse el cronómetro e inicié el trote, que lo efectúo alrededor de la misma. Son dieciséis vueltas que realizo aproximadamente en 18 minutos. Con ese recorrido, para mis tiempos, más que suficiente.
Cuando estaba por dar la primera vuelta, salieron dos perros enormes, uno de color café claro y el más grande de café oscuro con una mancha blanca por la cabeza, para atacarme frontalmente. Con la experiencia propia de mis tiempos juveniles, en ningún momento les di la espalda; de hacerlo, con seguridad hubiera sido mordido por ambos a placer.
Los enfrente con los brazos extendidos y emitiendo gritos para ahuyentarlos. Los perros no dejaban de ladrar y mostrarme sus dientes llenos de saliva que caían por su boca como si estuvieran con rabia.
En ese instante de confrontación de fuerzas, después de algunos minutos del ataque continuo, llega un vecino en su carro. Los perros seguían en su actitud; y yo algo desesperado, retrocediendo. Temía caerme, por cuanto no veía por dónde lo realizaba; y seguro mordido por ambas fieras totalmente enfurecidas.
Con la seguridad que el vecino de la Urbanización escuchó mis clamores y el ataque de los perros; pensé que como seguro conocía a los perros de su entorno, entraría en escena para calmar la embestida de los canes.
Equivocación, en pleno e insistente ataque, estacionó su carro, también su esposa con algunas cosas, abrió su cochera; y ambos, antes de entrar, se quedaron mirando el ataque de los caninos. Los gritos desesperados de una persona de la tercera edad, atacados por dos perros desaforados, sólo les motivó apreciar el resultado del asunto. Totalmente indiferentes. Con seguridad que estas personas, muchísimo menos podrían socorrer a alguna persona si es atacada por ladronzuelos. Aunque en esta posibilidad existiría la justificación que no defendieron por cuanto podrían ser también ellos perjudicados.
Pues se quedaron mirando la escena hasta que pude, en mi natural retroceso, toparme con algunas piedras que se hallaban encima de la grama; sin dejar de mirarlos, rápidamente cogí una de ellas y se la aventé a uno de ellos, pero ni por asomo le cayó. El perro, por donde cercanamente le pasó la pequeña piedra, dejó de ladrar y sólo me quedó mirando; el otro, que seguía ladrando y mostrando sus fauces, avanzó en su ataque. Con suma bulla y aspavientos lo pude detener; agarré otra piedra y se la lancé con toda mi fuerza; bastó que sólo rozara su cuerpo para que ambos, dejaran de ladrar, para luego retroceder hacia su casa.
¡Qué alivio! Al mismo tiempo, ¡qué fastidio! Perfectamente pude ser atacado por perros desaforados, sin que vecino alguno se interesara por defenderme, totalmente amorfos, insensibles. Porque no sólo fue la pareja que llegó, la que estaba mirando; sino que además, por las ventanas y jardines de las casas aledañas a la placita, por la bulla de los perros, salieron a ver lo que ocurría. Simples espectadores de lo que muy bien pudo ser un ataque grave en contra de una persona.
Sumamente fastidiado; en un gesto que no es de mi agrado les increpé a la pareja por su pasividad, a lo que la mujer expresó:
- Pero qué podemos hacer. Los perros son de una vecina demente, a quienes se les ha hecho las demandas respectivas; y las autoridades no realizan acción alguna para erradicar de su casa los más de ocho perros que posee en su techo. Ladran por la noche y no dejan dormir; pero... qué podemos hacer; dijo en su defensa.
Como su esposo no expresó palabra alguna y sólo se preocupó en meter su auto a su cochera, noté la indiferencia de esta vecindad; que no me sorprende, por cuanto, los que viven en Tacna lo pueden comprobar: la primera cuadra de la Calle Arica, por disposición municipal es Zona rígida, sin embargo, todo el tiempo existen carros cuadrados a toda y hora, y lo que es más grave lo hacen encima de las veredas.
Los miles de transeúntes, vecinos, escolares, universitarios y turistas, cuando pasan lo tienen que hacer por la pista. Como si en nuestra Constitución, contemplara los derechos de los autos y no de las personas.
Por si esto fuera poco, los viernes y sábados, la bulla de fiestas se instala en el jardín de la propiedad de una descendiente italiana, que alquila su local a cualquier cliente. Y no se le puede hacer gestión alguna en su contra, por cuanto, al terreno le ha puesto un escudete de Italia, con la indicación que es el consulado italiano en Tacna. Alquila su sitio indebidamente a costa de la tranquilidad de los vecinos, sin pagar un medio al fisco por la utilidad lograda. Nada para la SUNAT, nada para el Concejo. Y si a este lugar le agregamos al restaurante vecino; sólo queda taparse los oídos; y como toda la vecindad, calladitos, como aquel inca sometido, soportar los atropellos, durmiendo ya no encima del colchón sino debajo de él.
Con este agregado incidente, tomé la decisión de alejarme de mi tierra. Me da muchísima pena hacerlo, pero no se puede vivir así, en medio de una aparente ciudad civilizada; en donde las personas hacen lo que les viene en gana; sin respeto a la ley y al orden. Y todo esto con la venia de las autoridades de esta ciudad. He visto diariamente pasar a policías en sus motos, incluso a la grúa municipal por esta calle, han apreciado los vehículos encima de la vereda que impide el paso peatonal, y han seguido su recorrido como si la cosa no fuera con ellos. Cuando asumió el mando del concejo el Alcalde Carita, ex alumno mío del Cristo Rey, lo visité y le pedí que sólo hiciera cumplir lo que estaba normado con la zona rígida. La grúa vino dos veces y hasta el día de hoy.
Por lo mencionado, adiós Tacna de mis amores, ya me voy de la tierra querida para no más volver.
NO DESMAYEMOS WALTER
Saludo y felicito al colega Walter Barrios por su preocupación en torno al problema del cuidado de los perros en los diversos barrios de nuestra querida Tacna, donde se han convertido en un serio problema. Los propietarios deben asumir su responsabilidad, tanto cuando atacan a los transeuntes, como cuando los sacan de paseo sin llevar una bolsa para recoger sus deposiciones. No desmayemos Walter y sigamos compartiendo nuestras inquietudes para que Tacna recupere los valopres de siempre.
La responsabilidad de los propietarios de animales domésticos o mascotas
http://www.tuabogadodefensor.com/responsabilidad-propietario-animales/
http://www.muyinteresante.es/naturaleza/articulo/no-hay-razas-de-perro-peligrosas-sino-duenos-peligrosos-221394019357
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