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ESPIRITUALIDAD Y COMUNICACIÓN

EN UN LUGAR DEL MUNDO LLAMADO TOMOYO BEACH - Por Raffaella Cánepa Ciccirello

EN UN LUGAR DEL MUNDO LLAMADO TOMOYO BEACH

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Por Raffaella Cánepa Ciccirello

Vivi casi toda mi vida en el sur del pais, como dicen algunos donde empieza la patria, cerca a la frontera con Chile. Estudie en un colegio de puras mujeres donde lo mas importante eran ganar los concursos de marcha y ser personas de bien. Pasaba las vacaciones en la playa donde no habia telefono, timbre, ni TV, puedo asegurar que fueron las mejores, realmente eramos libres, pescabamos, jugabamos y no existia el tiempo. Lo demas es historia...

No lo puedo negar, las mejores vacaciones de mi vida fueron en la playa de mi querida Tacna, puedo asegurar al cien por ciento que no le llega a los talones a muchos balnearios de moda en el mundo y mucho menos a la tan sonada y codiciada Asia. Cómo Tomoyo Beach no hay ninguna!!!!!

Les puedo afirmar que esperábamos con muchas ansias el verano y ya sabíamos las leyes de este, no televisión, no juegos de vídeo, no a muchas cosas, eran tres meses de pura libertad y les digo que eso sí, era libertad, eras tú y el mar, no existía el teléfono, timbres y mucho menos celulares ni computadoras. Eran más o menos 15 casas en medio de la nada donde el olor a mar era único y el agua sé tenía que comprar, las poses no existían, nadie te miraba por lo que te ponías, ni la competencia de quién tiene el bikini mas "nice", nos limitábamos a jugar, chapotear en el mar horas de horas hasta salir arrugados y de cuando en vez te sacaban a gritos por no decir a golpes ya que eran las ocho de la noche y uno se seguía remojándose, tirarse en la arena, jugar a la pluma y bañarnos en Pozo Hondo era de valientes. Esperar que llegue el día del famoso concurso de castillos era desesperante, que por su puesto terminaba en gran pelea y piconería gracias a mí. Jamás me gusto perder y soy la campeona en armar el bochinche, no les podría afirmar si hasta hoy sigue el concurso pero no creo que sea igual que en esas épocas.


Ir a Mesa (donde algunos dicen que vieron Sirenas) a sacar almejas o a Llostai a sacar machas, era otra aventura… Levantarte temprano, sacar tus implementos, echarte litros de bloqueador a la cara, subirte a cualquier camioneta que haya espacio y zarpar a la aventura, porque para nosotros todo era aventura. Subir al cerro, sentarte en la cima, hablar del futuro y contemplar el mar era algo que hacíamos muy seguido y era más divertido cuando llevábamos unas chelitas y queríamos cambiar el mundo, el calentamiento global todavía ni sonaba y tampoco nos lo imaginábamos.

Lo que más nos gustaba era ir a la Boca del Rio, es una playa más grande donde veraneaba más gente y teníamos muchos amigos. Ahí era la diversión, en el pueblo, lo podríamos comparar con el boulevard de Asia pero en misio, pistas de tierra, kioscos, unas carpas donde había tiro al blanco, taca-taca (fulbito de mano), tumba latas y unos parlantes viejos donde sonaban canciones como "Rayando el sol", "Boys, boys, boys" y otras… Ahí era la juerga en el kiosco de Julio y Vilma, donde más de una contaba sus penas de amor, pedía fiado y vomitaba en ese baño que no se si se podría llamar baño, después de haber ingerido grandes raciones de cualquier licor y haber fumado una cajetilla de Marlboro. Otra de nuestras diversiones eran las fogatas y más si nos invitaban a las de "Playita" o a las "Conchitas" donde en vez de madera quemaban muebles de alguna casa "vacía", con la infaltable guitarra y repertorio de "Hombre G", "Enanitos verdes" y ron Cabo Blanco por su puesto, esas épocas en que, el estrés no se había apoderado de nosotros y las preocupaciones aun no existían. Cuando llegaban los carnavales era otro cantar, íbamos corriendo a la Boca a jugar, era una guerra entre nosotros y ellos, siempre perdíamos ya que nosotros éramos cuatro gatos y ellos un manchón, pero ni con esas nos chupábamos, ahí estábamos al pie del cañón, después de la guerra de betún que más de uno salía adolorido, porque era una masacre, llegabas a tu casa y te esperaba un kilo de detergente y una suave escobilla de ropa para que te bañes en el mar horas de horas hasta que se apiadaban de ti y te decían que subas para que te saquen lo insacable con un rico aceite "Capri", pero eso sí, te quedabas con una negra y envidiable manicure por muchos días. No voy a dejar de hablar de la fugazza de los domingos que nos parecía deliciosa, así supiera a puro kerosene, no faltaba en las casas y nos peleábamos por el último pedazo, igual que los picarones de la Valentina, que eran una bomba al hígado pero que rico que no los comíamos, los alfajores de la Santana que para ir a comprarlos, primero te persignabas rezabas un rosario completo, te armabas de valor y entrabas, era como ver al mismo diablo, tenía más de mil años, pero no te importaba, todo por comer esos mantecosos alfajores que te daba una acidez de padre y señor mío que te duraba varios días.


Llegaba el fin del verano y como no, con una linda fiesta al ritmo de Natusha, Jerry Rivera, si ellos, la del meneito y el de los unicornios o cualquier canción que estaba de moda en esa época, nada que la fiesta empezaba a la una de la mañana, bien paradas a las nueve de la noche en la puerta del Rotary esperando que lleguen todos y nada de roche cuando te recogían, tus papas entraban, algunos llamaban por micro y otros como los míos se ponían a sapear la gran fiesta la que nunca fue con la luz apagada.

Hace unos pocos años regrese, pero ya no era lo mismo, en las terrazas de las casas habían personas hablando por celular, computadoras portátiles, televisores en las casa y hasta DVD y Play!!! La chichería se apodero del pueblo, toda la magia, el feeling y la esencia de esos años se había quedado atrás, ya no había el voley de la tarde, ni nadie en la playa buscando que hacer o preparando alguna caminata hacia el río o al cerro, es mas no había nadie con un mariscador en la mano o caña de pescar tratando de buscar algún espécimen de ese mar, no era ni un ápice de lo que fue hace algunos años. Yo siempre me burlaba de mis papás cuando hablaban de sus años mozos pero es verdad, cualquier tiempo pasado fue mejor, y esos veranos jamás regresaran.

"Dedicado a todos mis amigos que crecieron conmigo y tuvieron la dicha de pasar aquellos veranos. Siempre los recuerdo con mucho cariño, fue un placer haber compartido con todos ustedes ya que hicieron posible esos momentos que siempre vamos a recordar."

Raffaella Canepa Cicirello

https://www.facebook.com/raffaella.cicirello


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