DE LAS TINIEBLAS A LA LUZ
DE LAS TINIEBLAS A LA LUZ (Un testimonio) Aunque nací en una familia no Cristiana, siempre me interesé en el mundo paranormal: ocultismo, videncia, parasicología. Estaba convencido de que esas prácticas provenían de Dios. Adquirí muchos conocimientos en esas áreas, sin embargo siempre había en mí un malestar y un vacío que no comprendía. Seguía sin objetivo. Un día me sentía desesperado, y oré: Dios, si existes realmente, muéstrame el camino que debo seguir, y lo que puedo hacer por ti. Al momento recibí la respuesta; era como una voz interior que decía: !Lee la Biblia! Ya conocía algo de la Biblia, pero nunca había leído completamente el Nuevo Testamento y no conocía el sentido real del Evangelio. Así que obedecí; me puse a leer la Biblia. A pesar de ese impulso hacia el Señor, sentía como una fuerza que me impedía consagrame a él. Estaba convencido de que la Biblia era la Palabra de Dios, la Verdad, pero no era capaz de ponerla en práctica. Por qué tanta Resistencia, tanta desconfianza y tantas dudas?. Una vez más el Señor me dio la respuesta. Cuando había practicado el ocultismo, había abierto la puerta a poderes espirituales malignos. Necesitaba confesarlo como un pecado y rechazar todo esto para ser liberado. Jesucristo me liberó de esos poderes tenebrosos y me salvo. Ese es el motivo por el que ahora lo considero como el Salvador, guía y Señor de mi vida>>. No participéis en las obras infructuosas de las tinieblas, sino más bien reprendedlas. (Efesios 5:11). Os convertisteis de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero. (1 Tesalonicenses 1:9). P.D. Tomado de La Buena Semilla, Mayo 16 del 2013.
DÍA LITÚRGICO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD
Cuando venga Él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa
Texto del Evangelio (Jn 16,12-15): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Mucho tengo todavía que deciros, pero ahora no podéis con ello. Cuando venga Él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y os anunciará lo que ha de venir. Él me dará gloria, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso he dicho: ‘Recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros".
Comentario: Cardenal Jorge MEJÍA Archivista y Bibliotecario de la S.R.I. (Città del Vaticano, Vaticano).
Hoy celebramos la solemnidad del misterio que está en el centro de nuestra fe, del cual todo procede y al cual todo vuelve. El misterio de la unidad de Dios y, a la vez, de su subsistencia en tres Personas iguales y distintas. Padre, Hijo y Espíritu Santo: la unidad en la comunión y la comunión en la unidad. Conviene que los cristianos, en este gran día, seamos conscientes de que este misterio está presente en nuestras vidas: desde el Bautismo —que recibimos en nombre de la Santísima Trinidad— hasta nuestra participación en la Eucaristía, que se hace para gloria del Padre, por su Hijo Jesucristo, gracias al Espíritu Santo. Y es la señal por la cual nos reconocemos como cristianos: la señal de la Cruz en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
La misión del Hijo, Jesucristo, consiste en la revelación de su Padre, del cual es la imagen perfecta, y en el don del Espíritu, también revelado por el Hijo. La lectura evangélica proclamada hoy nos lo muestra: el Hijo recibe todo del Padre en la perfecta unidad: «Todo lo que tiene el Padre es mío», y el Espíritu recibe lo que Él es, del Padre y del Hijo. Dice Jesús: «Por eso he dicho: ‘Recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros’» (Jn 16,15). Y en otro pasaje de este mismo discurso (15,26): «Cuando venga el Paráclito, que yo os enviaré de junto al Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, Él dará testimonio de mí».
Aprendamos de esto la gran y consoladora verdad: la Trinidad Santísima, lejos de ponerse aparte, distante e inaccesible, viene a nosotros, habita en nosotros y nos transforma en interlocutores suyos. Y esto por medio del Espíritu, quien así nos guía hasta la verdad completa (cf. Jn 16,13). La incomparable “dignidad del cristiano”, de la cual habla varias veces san León el Grande, es ésta: poseer en sí el misterio de Dios y, entonces, tener ya, desde esta tierra, la propia “ciudadanía” en el cielo (cf. Flp 3,20), es decir, en el seno de la Trinidad Santísima.
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