EL PIRATA QUE SE TRANSFORMÓ EN UN MAESTRO DE LA PALABRA - Escribe Alejandro Pagliari
EL PIRATA QUE SE TRANSFORMÓ EN UN MAESTRO DE LA PALABRA
Hola Juan,
RECIENTEMENTE TUVE UNA de esas conversaciones que ponen luz en tu corazón y comezón en tus falanges. Fue con Alberto Machado, a quien afectuosamente he denominado, “el pirata ideal” (por razones que verás a continuación :)
Alberto es electricista de profesión y TESTARUDO por opción.
Para darte una idea del grado de su testarudez, cuando era joven perdió un ojo en un accidente industrial… y ahora lo tapa con un parche (sí, como el de un pirata), y cuando le salieron sus primeras canas, se afeitó la cabeza. No importa qué tanto su esposa le diga la “severa” impresión que les causa a sus clientes con ese aspecto, Alberto no cambia de opinión.
Un Obsequio de Luz para todos los Empresarios…
La siguiente es la peculiar conversación que tuve con Alberto a través de skype (francamente, fue casi un monólogo, cuando Alberto habla es mejor no interrumpirle).
—“Alejandro, durante muchos años leí tus correos, y me pareció que sabías tanto que pensé que eras HOMOSEXUAL,” me dice con una sonrisa.
—Como esta es la segunda vez que tengo consultoría telefónica con él y ya conozco su humor cáustico, asumo que está tratando de hacer un chiste. Lo único que se me ocurre decirle es, “Mmm.” Con suerte interpretará mi falta de elocuencia como un verdadero acto de machismo.
—Alberto levanta las manos bruscamente y se echa a reír, su barriga se mueve de arriba abajo, golpeando el escritorio que tiene en frente. “En fin, te digo esto porque tengo una historia para contarte,” me dice, mientras se pasa el revés de la mano por su barba de tres días. “Como sabes, por años miré tus artículos y no te compré nada, hasta que una noche le leí un cuento a mi hijo… y se hizo la luz. ¿Te interesa?”
—“Sí, claro.”
—“Bueno, como no dices nada…”
—“¿De qué trataba el cuento, Alberto?”
—“Ah, el cuento. Era sobre electricidad, bueno, en la superficie por lo menos. Lo importante es que en una parte habla de tres LAMPARILLAS. Una es de 25 watts, otra de 60 y otra de 100. Entonces el científico loco le pregunta al niño por qué la diferencia en la cantidad de luz que le dan al mundo si todas reciben 250 volts de electricidad.”
—Pausa. Alberto me mira, expectante.
—Me encojo de hombros. “¿La resistencia…?”
—“¡La RESISTENCIA!” me dice con un ojo saltón. “¡Cuanto más
resistencia menos luz!”
—Tendría que estar ciego y sordo para no darme cuenta que esto es
importante para él; así que, con mirada y cabeza afirmante, lo aliento a que continúe.
—“Esa misma noche tuve un sueño. Un sueño de lo más extraño. La primera parte se repetía… Estaba en la cocina, y cada vez que encendía el interruptor de la luz se encendían tres lámparas: una tenue, otra normal, y otra que parecía ser de 10.000 watts. Después estaba mi padre… o un maestro de la escuela. Acusándome, creo. Y se mezclaban las caras sonrientes de amigos con celebridades de la tele, como en los sueños, ¿sabes? — todo mezclado. Las celebridades se veían muy brillantes, sus caras estaban muy, muy alto. Después aparecía mi padre o el maestro de vuelta, a mi altura, moviendo el dedo. Finalmente, todo cambió y vi las lámparas de la cocina de vuelta… y la tenue se estaba apagando del todo.”
—Alberto resopla. “Me desperté de repente. Todavía era de noche, y me fui, tanteando la pared, descalzo, hasta la cocina… por curiosidad, ¿no? Encendí la luz. Las sombras se disiparon — todas las lámparas daban la misma luz. No me pude volver a dormir hasta que empezaron a cantar los pájaros y me levanté. Durante el día seguí recordando el sueño, cada vez que encendía un interruptor de la luz, PUM, la imagen de las tres lamparillas… y luego la tenue apagándose del todo, como un mal presagio. Al final del día, cansado, me fui a dormir nuevamente, no sin mirar con recelo la lámpara de la mesa de luz. Tiene una lamparilla tenue, ¿sabes? En fin, cuando me desperté al otro día, ¡ALELUYA!, sabía de qué se trataba el sueño…”
—“¿Sí…?”
—Alberto me guiña el ojo. “¡Yo era la lámpara tenue! MI RESISTENCIA, MIS excusas, era lo que me hacía brillar poco. En mi empresa — ¡En la vida! Ese mismo día cambiaron unas cuantas cosas. Entre ellas te compré tu primer curso, el de las cartas de ventas… Inteligencia, ¿eh?” dice Alberto, apuntándose al parche. “En vez de ponerme un ojo de vidrio y teñirme el pelo, hoy tengo casi el triple de clientes gracias a que ahora soy un maestro de la palabra como tú. Brillante, ¿eh?”
—“Brillante, Alberto, brillante…”
Juan: Aquí esta el curso que ayudó a Alberto “el pirata ideal” Machado a convertirse en un maestro de la palabra... y esta semana viene con un Asombroso Obsequio Extra:
http://www.icime.com/Miembros/ReporteEspecial5CMM.htm
Tu amigo e iluminador profesional :)
Alejandro Pagliari
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