VIVIR EN UN UNIVERSO ALTERNATIVO- Lidia Marttín Torralba
Vivir en un Universo alternativo
Quiero mi Universo alternativo, el que Dios ha preparado para los suyos.
Si alguna vez les han preguntado a ustedes que pedirían si alguien les concediera un deseo, quizá muchos o todos, de alguna u otra manera, hayan pedido vivir en un Universo alternativo, es decir, uno en el que las cosas no fueran como son en este .
A lo mejor no es tanto porque no nos guste el que tenemos, que en principio y mientras no intervenga demasiado la mano del hombre, funciona como un reloj. Es más bien que hemos llegado a un punto en el que suspiramos por un mundo mejor, en el que no pasaran ciertas cosas, no hubiera que preocuparse por otras y no estuviéramos pensando siempre con cierto desánimo en cómo serían las cosas si no fueran como son. En ese sentido, lo que no funciona, más que deberse al Universo mismo, se debe a quienes lo habitamos , tal y como ya sugerimos líneas atrás, pero Dios, que es Dios del contenido y del continente, ha dirigido también Su acción hacia nosotros y eso no puede dejarnos indiferentes.
Hartos de pedir y soñar y suspirar por un mundo mejor donde las cosas, efectivamente, fueran distintas, nos hemos cansado de planteárnoslo y, decididamente, buena parte de la gente ha tomado una posición al respecto: o se han resignado a que no existe (¿”para qué darle más vueltas?”) o, teniéndolo al alcance, no lo disfrutamos. Por esta misma razón que comento dirán muchos de los lectores que me he vuelto loca al afirmar que existe, que es y que puede disfrutarse. Probablemente no estoy hablando en los términos que la mayoría se imaginarían, pero entenderán en breve a que me refiero.
· ¿Somos capaces de hacernos una idea acerca de lo que significaría estar protegidos por el Dios de ese Universo, el Creador de todo ellos, el que sostiene cada cosa en su lugar, el que marca sus tiempos, sus órbitas, sus ciclos…?
· ¿Cómo sería nuestro mundo si ese Dios además fuera uno y sólo uno, pero además cercano, dispuesto a comunicarse con nosotros y a relacionarse íntimamente con sus criaturas por excelencia, que somos nosotros, los seres humanos?
· ¿Imaginan qué amor derrocharía ese Dios gobernador del Universo si estuviera dispuesto, a pesar de los muchos errores y desplantes humanos, a sacrificarse entregando a Su único Hijo en rescate por muchos?
· ¿Pueden concebir lo que significaría que tomara todos nuestros males, nuestras faltas, nuestros pecados, presentes, pasados y futuros, los perdonara y los tirara al fondo del mar, olvidándolos para siempre?
· ¿Qué pensaríamos de un Dios que, además, en ese sacrificio, no ha elegido el camino más fácil para ese, Su Hijo, sino el de mayor dificultad, el de mayor servidumbre, el de mayor conflicto, humillación y recorrido?
A lo mejor no es tanto porque no nos guste el que tenemos, que en principio y mientras no intervenga demasiado la mano del hombre, funciona como un reloj. Es más bien que hemos llegado a un punto en el que suspiramos por un mundo mejor, en el que no pasaran ciertas cosas, no hubiera que preocuparse por otras y no estuviéramos pensando siempre con cierto desánimo en cómo serían las cosas si no fueran como son. En ese sentido, lo que no funciona, más que deberse al Universo mismo, se debe a quienes lo habitamos , tal y como ya sugerimos líneas atrás, pero Dios, que es Dios del contenido y del continente, ha dirigido también Su acción hacia nosotros y eso no puede dejarnos indiferentes.
Hartos de pedir y soñar y suspirar por un mundo mejor donde las cosas, efectivamente, fueran distintas, nos hemos cansado de planteárnoslo y, decididamente, buena parte de la gente ha tomado una posición al respecto: o se han resignado a que no existe (¿”para qué darle más vueltas?”) o, teniéndolo al alcance, no lo disfrutamos. Por esta misma razón que comento dirán muchos de los lectores que me he vuelto loca al afirmar que existe, que es y que puede disfrutarse. Probablemente no estoy hablando en los términos que la mayoría se imaginarían, pero entenderán en breve a que me refiero.
· ¿Somos capaces de hacernos una idea acerca de lo que significaría estar protegidos por el Dios de ese Universo, el Creador de todo ellos, el que sostiene cada cosa en su lugar, el que marca sus tiempos, sus órbitas, sus ciclos…?
· ¿Cómo sería nuestro mundo si ese Dios además fuera uno y sólo uno, pero además cercano, dispuesto a comunicarse con nosotros y a relacionarse íntimamente con sus criaturas por excelencia, que somos nosotros, los seres humanos?
· ¿Imaginan qué amor derrocharía ese Dios gobernador del Universo si estuviera dispuesto, a pesar de los muchos errores y desplantes humanos, a sacrificarse entregando a Su único Hijo en rescate por muchos?
· ¿Pueden concebir lo que significaría que tomara todos nuestros males, nuestras faltas, nuestros pecados, presentes, pasados y futuros, los perdonara y los tirara al fondo del mar, olvidándolos para siempre?
· ¿Qué pensaríamos de un Dios que, además, en ese sacrificio, no ha elegido el camino más fácil para ese, Su Hijo, sino el de mayor dificultad, el de mayor servidumbre, el de mayor conflicto, humillación y recorrido?
· ¿Qué tintes tendría nuestro Universo si Dios hubiera ofrecido las consecuencias de salvación y redención del tal sacrificio de forma gratuita a los que tantas veces le ofendieron y dieron la espalda sin pedirles a cambio más que su aceptación?
· ¿Podemos imaginar un Universo en que el perdón, la misericordia y la justicia sean las características de quien lo coordina y que los que Él redimió puedan, de manera inexplicable, aunque no inmediata ni mágica, parecerse más y más a Quien les amó?
· ¿Se imaginan un universo alternativo en el que no fuéramos esclavos de tantas y tantas cosas que nos rodean, en el que conociéramos la verdadera libertad?
· ¿Cómo sería vivir en uno en el que no sintiéramos que aquello que no queremos hacer es justo lo que hacemos porque no somos dueños ni siquiera de nosotros mismos ni de nuestras emociones?
· ¿Imaginan despertar por la mañana y saber que lo que nos sucediera estuviera en manos del Dios Altísimo y Todopoderoso y que nada ni nadie pudieran hacer más allá de lo que Él y sólo Él permita?
· ¿Qué tal si alguien llevara por nosotros nuestras cargas y malestares, si pudiéramos descargar en Él nuestra ansiedad porque Él tuviera verdadero cuidado de nosotros?
· ¿Imaginan que alguien, en ese Universo, pusiera delante de nosotros aquello que necesitamos, incluso antes de que nosotros podamos sabemos?
· ¿Podemos pensar en tener vía “directa” con Él, el Dios y Señor de ese Universo alternativo, al que todas las cosas se sujetan, y poder hablarle cada vez que queramos, sabiendo que él nos responde?
· Piensen durante un minuto: un Universo que, además, estuviera bajo la promesa de ser renovado, convertido en cielos nuevos y Tierra nueva, ¿no sería diferente completamente a la idea de Universo que normalmente tenemos, en que se deteriora más y más?
Aún con toda la ilusión que podamos poner en un mundo mejor podemos pensar con acierto en un Universo tal y como Él lo ve, con un nivel de renovación y riqueza, esplendor y grandeza como no podemos ni imaginarnos. Ese, Su Universo, sólo puede ser abarcado por Su mente, no por la nuestra. Pero sin embargo, dentro de Su plan y Su misericordia, nos es dado empezar a disfrutarlo. No podemos verlo aún en su grandeza, en su extensión, ni disfrutar de todos sus beneficios. Pero lo tenemos como promesa , como una promesa del Dios Altísimo, que no muda ni falla en Su palabra y que ha dicho (y se cumplirá) que será así y no de otra manera. En Su tiempo lo hará visible y, para los Suyos, no sólo visible, sino disfrutable por toda la eternidad.
Quiero mi Universo alternativo, el que Dios ha preparado para los Suyos según Su sabio propósito y no puedo vivirlo en su magnitud e intensidad todavía. Pero no quiero renunciar tampoco a disfrutarlo y apreciarlo en la medida que ya, desde este momento, es justo hacerlo. Nosotros, Sus hijos, tenemos acceso ya por Su gracia, a un Universo alternativo. Y olvidarlo es casi, casi, negar que ese Universo existe.
Que nuestra memoria no nos falle… que nuestra corta visión tampoco.
· ¿Podemos imaginar un Universo en que el perdón, la misericordia y la justicia sean las características de quien lo coordina y que los que Él redimió puedan, de manera inexplicable, aunque no inmediata ni mágica, parecerse más y más a Quien les amó?
· ¿Se imaginan un universo alternativo en el que no fuéramos esclavos de tantas y tantas cosas que nos rodean, en el que conociéramos la verdadera libertad?
· ¿Cómo sería vivir en uno en el que no sintiéramos que aquello que no queremos hacer es justo lo que hacemos porque no somos dueños ni siquiera de nosotros mismos ni de nuestras emociones?
· ¿Imaginan despertar por la mañana y saber que lo que nos sucediera estuviera en manos del Dios Altísimo y Todopoderoso y que nada ni nadie pudieran hacer más allá de lo que Él y sólo Él permita?
· ¿Qué tal si alguien llevara por nosotros nuestras cargas y malestares, si pudiéramos descargar en Él nuestra ansiedad porque Él tuviera verdadero cuidado de nosotros?
· ¿Imaginan que alguien, en ese Universo, pusiera delante de nosotros aquello que necesitamos, incluso antes de que nosotros podamos sabemos?
· ¿Podemos pensar en tener vía “directa” con Él, el Dios y Señor de ese Universo alternativo, al que todas las cosas se sujetan, y poder hablarle cada vez que queramos, sabiendo que él nos responde?
· Piensen durante un minuto: un Universo que, además, estuviera bajo la promesa de ser renovado, convertido en cielos nuevos y Tierra nueva, ¿no sería diferente completamente a la idea de Universo que normalmente tenemos, en que se deteriora más y más?
Aún con toda la ilusión que podamos poner en un mundo mejor podemos pensar con acierto en un Universo tal y como Él lo ve, con un nivel de renovación y riqueza, esplendor y grandeza como no podemos ni imaginarnos. Ese, Su Universo, sólo puede ser abarcado por Su mente, no por la nuestra. Pero sin embargo, dentro de Su plan y Su misericordia, nos es dado empezar a disfrutarlo. No podemos verlo aún en su grandeza, en su extensión, ni disfrutar de todos sus beneficios. Pero lo tenemos como promesa , como una promesa del Dios Altísimo, que no muda ni falla en Su palabra y que ha dicho (y se cumplirá) que será así y no de otra manera. En Su tiempo lo hará visible y, para los Suyos, no sólo visible, sino disfrutable por toda la eternidad.
Quiero mi Universo alternativo, el que Dios ha preparado para los Suyos según Su sabio propósito y no puedo vivirlo en su magnitud e intensidad todavía. Pero no quiero renunciar tampoco a disfrutarlo y apreciarlo en la medida que ya, desde este momento, es justo hacerlo. Nosotros, Sus hijos, tenemos acceso ya por Su gracia, a un Universo alternativo. Y olvidarlo es casi, casi, negar que ese Universo existe.
Que nuestra memoria no nos falle… que nuestra corta visión tampoco.
Autores: Lidia Martín Torralba
Los montes en la Biblia
Los montes, por decisión divina, jueguan un papel tan relevante en la Biblia.
El Salmo 121 se abre ante nosotros con una interrogante sugerente seguida de una respuesta no menos alentadora: “Alzaré mis ojos a los montes: ¿de dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene del Señor, que hizo los cielos y la tierra”.
¿Cuáles son estos montes tan prometedores? ¿Son los gigantescos macizos de las cordilleras que surcan nuestra tierra? ¿Son los ciclópeos pétreos que proclaman el poder y la sabiduría de Dios? Verdaderamente estos montes pueden sobrecoger el alma y provocar en nosotros sentimientos de pequeñez y de admiración. Así lo experimenté personalmente durante mi estancia como estudiante en Suiza.
Desde el monte donde está ubicado nuestro Seminario en el cantón de la ciudad de Basilea podíamos divisar en los días claros de otoño, a la hora de la salida del sol, la impresionante estampa de los nevados Alpes de Berna recortados en el fondo rojizo de un cielo en alba de fuego. Era un espectáculo grandioso y sobrecogedor. ¿Son estos y otros semejantes los montes de los que recibiremos ayuda?
En varias ocasiones tuve la oportunidad de subir a estos montes y disfrutar de su impresionante belleza. En sus cumbres uno se desprende de muchas cosas que agobian y aprende a ver las cosas desde otra perspectiva y medida. Allí el mundo está a nuestros pies. El cielo está más cerca y el aire es más puro, y atrás queda el ruido de nuestras ciudades y el ajetreo de nuestras calles. Allí uno se siente pequeño y admira embelesado. Ciertamente es algo bello una estancia, por breve que sea, en las cumbres de los montes.
¿Pero son estos los montes de los que recibiremos la ayuda que necesitaremos con frecuencia en nuestro peregrinar por esta vida? No ; y no solo porque a la subida y breve estancia en la cumbre habrá de seguir necesariamente el descenso al valle de nuestras preocupaciones y trabajos, que en ocasiones se convertirá en una estrecha y angustiosa garganta, sino también porque estos montes no encierran la verdadera respuesta a nuestros problemas.
Por mucho que proclamen la grandeza y el poder de Dios, al final, las piedras son mudas. El silencio de los montes no siempre se constituye en consuelo. Y a veces los montes pueden convertirse en amenaza mortal para el hombre. Así lo experimentó uno de mis profesores durante la escalada de uno de estos gigantes.
Por otro lado, sería una regresión espiritual inaceptable y un retorno al paganismo trasnochado suponer que Dios habita en estos montes . Así que, mucho nos convendría no retornar al paganismo fraguando al calor de un dulce fuego de hogar la romántica herejía de los montes como lugar de encuentro especial del hombre con Dios.
La Biblia dice que “Dios mora en luz inaccesible” (1 Timoteo 6:16). De manera que si queremos encontrarnos con él deberemos buscarlo allí donde él ha prometido revelarse a nosotros, o sea, en su palabra escrita, la Biblia, y en su palabra encarnada, Jesucristo. El mismo salmista nos dice que “nuestra ayuda viene de Jehová, que hizo los cielos y la tierra”.
¿Cuáles son estos montes tan prometedores? ¿Son los gigantescos macizos de las cordilleras que surcan nuestra tierra? ¿Son los ciclópeos pétreos que proclaman el poder y la sabiduría de Dios? Verdaderamente estos montes pueden sobrecoger el alma y provocar en nosotros sentimientos de pequeñez y de admiración. Así lo experimenté personalmente durante mi estancia como estudiante en Suiza.
Desde el monte donde está ubicado nuestro Seminario en el cantón de la ciudad de Basilea podíamos divisar en los días claros de otoño, a la hora de la salida del sol, la impresionante estampa de los nevados Alpes de Berna recortados en el fondo rojizo de un cielo en alba de fuego. Era un espectáculo grandioso y sobrecogedor. ¿Son estos y otros semejantes los montes de los que recibiremos ayuda?
En varias ocasiones tuve la oportunidad de subir a estos montes y disfrutar de su impresionante belleza. En sus cumbres uno se desprende de muchas cosas que agobian y aprende a ver las cosas desde otra perspectiva y medida. Allí el mundo está a nuestros pies. El cielo está más cerca y el aire es más puro, y atrás queda el ruido de nuestras ciudades y el ajetreo de nuestras calles. Allí uno se siente pequeño y admira embelesado. Ciertamente es algo bello una estancia, por breve que sea, en las cumbres de los montes.
¿Pero son estos los montes de los que recibiremos la ayuda que necesitaremos con frecuencia en nuestro peregrinar por esta vida? No ; y no solo porque a la subida y breve estancia en la cumbre habrá de seguir necesariamente el descenso al valle de nuestras preocupaciones y trabajos, que en ocasiones se convertirá en una estrecha y angustiosa garganta, sino también porque estos montes no encierran la verdadera respuesta a nuestros problemas.
Por mucho que proclamen la grandeza y el poder de Dios, al final, las piedras son mudas. El silencio de los montes no siempre se constituye en consuelo. Y a veces los montes pueden convertirse en amenaza mortal para el hombre. Así lo experimentó uno de mis profesores durante la escalada de uno de estos gigantes.
Por otro lado, sería una regresión espiritual inaceptable y un retorno al paganismo trasnochado suponer que Dios habita en estos montes . Así que, mucho nos convendría no retornar al paganismo fraguando al calor de un dulce fuego de hogar la romántica herejía de los montes como lugar de encuentro especial del hombre con Dios.
La Biblia dice que “Dios mora en luz inaccesible” (1 Timoteo 6:16). De manera que si queremos encontrarnos con él deberemos buscarlo allí donde él ha prometido revelarse a nosotros, o sea, en su palabra escrita, la Biblia, y en su palabra encarnada, Jesucristo. El mismo salmista nos dice que “nuestra ayuda viene de Jehová, que hizo los cielos y la tierra”.
No obstante lo dicho, y siendo que nuestro Dios es un Dios mayestático, no resulta extraño que los montes, por decisión divina, jueguen un papel tan relevante en la Biblia. Y es que gran parte de la teología bíblica está comprendida en sus montes. Se trata de los montes que Dios escogió para revelarse al hombre.
En la Biblia éstos constituyen toda una cordillera donde brilla la luz de la gloria de la revelación divina. Son montes de salvación en medio de un mundo de perdición. Montes que pregonan el amor y la misericordia divinos para con la humanidad necesitada. Son “ los montes de Dios” (Salmo 36:6) que proclaman la justicia y misericordia divinas, tal como pregona el salmista inspirado. Es a estos montes a los que debemos alzar nuestra mirada por encima de nuestras mezquindades y miserias, de nuestras preocupaciones cotidianas y de las pequeñas alegrías y tristezas que inundan nuestra vida. Estos son los montes de los que verdaderamente recibiremos ayuda. Sus altas crestas están ahí, invitándonos a la práctica de un montañismo espiritual que nos conducirá a visiones maravillosas, prometiéndonos llenar nuestra alma de asombro, admiración y gratitud a Dios.
En esta serie (*) nos ocuparemos, pues, de algunos de estos montes escogidos por Dios. Es tan grande esta cordillera bíblica o cadena de montes que también nosotros hemos tenido que hacer una selección, escogiendo de entre ellos las cumbres que nos parecieron más relevantes. A esta doble razón obedece el título del presente volumen “Montes escogidos”. Estos montes los encontramos en el Antiguo Testamento, pero tenemos el proyecto de dedicar un siguiente volumen a los montes de Dios que aparecen en el Nuevo Testamento.
Para los lectores que no hayan tenido todavía la oportunidad de subir personalmente a estos gigantes de piedra de la historia, Internet les ofrece un extenso surtido de fotografías recientes de estos lugares. Basta con entrar al portal Google, escribir “fotografías de montes de la Biblia”, y podremos contemplar con nuestros ojos estos escenarios de la revelación divina.
Y ahora, te dejo, lector, al pie de estos “montes de Dios”, con la oración de que su escalada te revele los secretos espirituales que encierran y que se constituyan en verdadera ayuda espiritual para ti.
(*) Los artículos de esta serie se corresponden con un extracto del libro del mismo nombre y autor (Montes escogidos, Félix Gonzáles Moreno), donde además acompañan el final de cada capítulo preguntas que lo hacen útil como herramienta para el estudio en grupo. Quien desee adquirirlo puede escribir a iglesiabautistalacy@gmail.com
En la Biblia éstos constituyen toda una cordillera donde brilla la luz de la gloria de la revelación divina. Son montes de salvación en medio de un mundo de perdición. Montes que pregonan el amor y la misericordia divinos para con la humanidad necesitada. Son “ los montes de Dios” (Salmo 36:6) que proclaman la justicia y misericordia divinas, tal como pregona el salmista inspirado. Es a estos montes a los que debemos alzar nuestra mirada por encima de nuestras mezquindades y miserias, de nuestras preocupaciones cotidianas y de las pequeñas alegrías y tristezas que inundan nuestra vida. Estos son los montes de los que verdaderamente recibiremos ayuda. Sus altas crestas están ahí, invitándonos a la práctica de un montañismo espiritual que nos conducirá a visiones maravillosas, prometiéndonos llenar nuestra alma de asombro, admiración y gratitud a Dios.
En esta serie (*) nos ocuparemos, pues, de algunos de estos montes escogidos por Dios. Es tan grande esta cordillera bíblica o cadena de montes que también nosotros hemos tenido que hacer una selección, escogiendo de entre ellos las cumbres que nos parecieron más relevantes. A esta doble razón obedece el título del presente volumen “Montes escogidos”. Estos montes los encontramos en el Antiguo Testamento, pero tenemos el proyecto de dedicar un siguiente volumen a los montes de Dios que aparecen en el Nuevo Testamento.
Para los lectores que no hayan tenido todavía la oportunidad de subir personalmente a estos gigantes de piedra de la historia, Internet les ofrece un extenso surtido de fotografías recientes de estos lugares. Basta con entrar al portal Google, escribir “fotografías de montes de la Biblia”, y podremos contemplar con nuestros ojos estos escenarios de la revelación divina.
Y ahora, te dejo, lector, al pie de estos “montes de Dios”, con la oración de que su escalada te revele los secretos espirituales que encierran y que se constituyan en verdadera ayuda espiritual para ti.
(*) Los artículos de esta serie se corresponden con un extracto del libro del mismo nombre y autor (Montes escogidos, Félix Gonzáles Moreno), donde además acompañan el final de cada capítulo preguntas que lo hacen útil como herramienta para el estudio en grupo. Quien desee adquirirlo puede escribir a iglesiabautistalacy@gmail.com
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