¿EN QUÉ CREEN LOS QUE NO CREEN? Truman nos invita a prepararnos ante esa cita ineludible, la única certidumbre que traemos a este mundo: que igual que venimos, un día nos tenemos que marchar.
¿EN QUÉ CREEN LOS QUE NO CREEN?
“Truman” nos invita a prepararnos ante esa cita ineludible, la única certidumbre que traemos a este mundo: que igual que venimos, un día nos tenemos que marchar.
Por: José de Segovia
“¿Pero tú no eras ateo?”, le pregunta el personaje de Javier Cámara a Ricardo Darín en la película “Truman”.
El actor argentino le contesta: “antes, mucho; ahora nada”. Está claro que la cercanía de la muerte da otra perspectiva a la vida. Lo que pasa es que en un sentido, la gran triunfadora de los Goya, “no habla tanto de la muerte, sino de la vida –como dice Darín–, de lo que decimos y de lo que no –como todo el cine de Cesc Gay–”. Es por eso que hay tantas cosas que se nos escapan de esta historia…
La trama de dos amigos alejados por la distancia y el tiempo, que se reencuentran a causa de la enfermedad terminal de uno de ellos, da la falsa impresión de que estamos ante un relato previsible. Gay ha resistido, sin embargo, la tentación de hacer de ello un melodrama lacrimoso. No hay manipulación sentimental alguna. Introduce incluso algunas notas de humor, aunque no tantas como esperábamos con esa pareja de protagonistas.
Ambos actores están sublimes, sobre todo Darín que parece en estado de gracia. Ha pasado de ser un actor de culebrón en los años ochenta a unas dimensiones estratosféricas. Los calificativos se vuelven superlativos cuando hablamos de él. Literalmente transforma los personajes, los “dariniza” –como dice Joaquín Torán– para hacerlos parte de sí mismo, como si no estuviera actuando.
Truman es un relato sobre esa soledad con la que no sólo morimos, sino que también vivimos DIOS NO CREE EN LOS ATEOS “Truman” tiene algo sorprendente. Es algo más que un canto a la amistad, o una declaración de amor a los animales – ¡es el nombre de un perro! –.
Es un relato sobre esa soledad con la que no sólo morimos, sino que también vivimos. Ya que a “la hora de la verdad”, nadie sabe qué decir, sean médicos, compañeros de trabajo, antiguos cónyuges, o hijos lejanos… Cuando un creyente ve una película como esta, espera encontrar señales de la desesperanza y falta de fe con la que el no cristiano se enfrenta a la muerte. ¿Es que no tiene miedo a morirse?, nos preguntamos.
Olvidamos lo que el recientemente fallecido pensador Umberto Eco decía al ya desparecido cardenal Carlo María Martini, cuando le pregunta: “¿en qué creen los que no creen?” “El no creyente considera que nadie le observa desde lo alto y sabe también –precisamente por eso– que no hay nadie que pueda perdonarle”, observa el autor de “El nombre de la rosa”. Es por eso que “si es consciente de haber obrado, mal, su soledad no tendrá limites y su muerte será desesperada”.
Como el personaje de Darín, “intentará más bien, más aún que el creyente, la purificación de la confesión pública, pedirá el perdón de los demás”. Si algo nos enseña la Biblia es que Dios no cree en los ateos. Cuando alguien te dice “yo no creo en nada”, ¡no le creas! Todo el mundo cree en algo, o alguien.
No existen los ateos. El dilema en la Biblia no está entre creer o no creer, sino entre amar, servir y adorar a un ídolo o dios falso, o conocer al Dios vivo y verdadero que se revela en la persona del Señor Jesucristo. ¡El es el único digno de nuestro amor, obediencia y adoración!
Truman nos invita a prepararnos ante esa cita ineludible, que es la única certidumbre que traemos al mundo EL MIEDO A LO DESCONOCIDO Gay dice que “Truman es un intento de dar sentido a la confusión, la incertidumbre y lo desconocido; el intento de perder el pánico que a todos nos invade cuando la vida nos sitúa ante la enfermedad y ante el final que se acerca; el nuestro o el de alguien querido; una mirada sobre cómo reaccionamos ante lo imprevisto, el desconsuelo y lo desconocido”. ¿Por qué tenemos miedo a la muerte? En primer lugar, porque nos enfrentamos a algo desconocido.
Sólo se muere una vez. No hay más que Uno que ha pasado por esa realidad y ha vuelto para contárnosla, a pesar de las faltas pretensiones de aquellos que dicen haber vuelto después de la muerte –sobre las que habla el llamado doctor Moody o la propia Elizabeth Kühbler-Ross, cuyo libro lee el personaje de Darín, que presentan un supuesto acercamiento científico a la muerte, cuando los dos son notorios espiritistas–. A diferencia de cierto espiritualismo, la fe cristiana no es histórica en el sentido de que sea antigua –las religiones de la India lo son mucho más–, sino que se basa en hechos ocurridos en la Historia, el espacio y el tiempo.
Afirmar esta fe y negar estos hechos, es algo que sólo pueden hacer los locos y algunos eruditos del Nuevo Testamento, que pretenden que la esperanza cristiana está basada en “el mensaje” y no en el hecho de la resurrección. “Si Jesucristo no resucitó, vana es nuestra fe”, dice el apóstol Pablo (1 Corintios 15:14).
La buena noticia no es que Jesús está vivo en sus enseñanzas, o la experiencia de sus seguidores. Nuestra esperanza está en que el divino galileo volvió a la vida, al empezar a bombear su corazón y llenarse de nuevo de oxígeno sus pulmones. Como todo ese largo capítulo del Nuevo Testamento repite una y otra vez, nuestra fe no está en una resurrección espiritual, sino en su resurrección en la carne.
No hay más que Uno que haya venido de la muerte, a pesar de lo que espiritistas como Kühbler-Ross, cuyo libro lee Darín en la película, puedan decir con apariencia científica
UNA ESPERANZA VIVA
¿Cómo explicar si no, que aquellos desolados discípulos, escondidos en el aposento alto, pensando que todo había acabado, se convirtieran en los valientes heraldos de una fe que ha conquistado espiritualmente el mundo? Como dice el profesor de Princeton, Gresham Machen, “su mensaje no viene de la memoria de la vida de Jesús, ni la inspiración que vino del contacto que tuvieron con él en el pasado, sino del anuncio de que Él había resucitado”. Sólo un Salvador vivo puede darnos “una esperanza viva” (1 Pedro 1:3).
Como el no creyente cree que no hay nadie que lo observe desde lo alto y pueda perdonarle, su soledad no tendrá limites. dice Eco Aunque esta es una película hecha para sentirte bien, te quedas con una impresión desalentadora. La muerte a todos nos iguala. Aunque algunos esconden su miedo bajo una falsa sonrisa, detrás está solo la desesperación de algo que no podemos controlar.
Vivimos en una sociedad que tiende a ocultar la muerte. Se ha convertido en un tabú tan innombrable, como antes lo era el sexo. Es aquello de lo que nadie quiere hablar. Y sin embargo, asola toda la vida. “Truman” nos invita a prepararnos ante esa cita ineludible, la única certidumbre que traemos a este mundo: que igual que venimos, un día nos tenemos que marchar.
Todos tenemos una fecha de caducidad. El problema es que no sabemos cuándo es. Puede ser en cualquier momento. ¿Cómo tener resignación si ni siquiera sabemos lo que esperamos? El personaje de Cámara admira la valentía de su amigo, pero no sabe cómo enfrentarse a la desolación, sino es en los brazos de un amor perdido.
El actor que interpreta Darín, renuncia a luchar ante un enemigo imposible de vencer. Lo que nos queda es la sensación de derrota. ¡Qué diferente es el mensaje de victoria de aquel que triunfó sobre la muerte! Por la vida que Él nos da, podemos enfrentarnos a ese “último enemigo” (1 Corintios 15:26), sabiendo que ya ha sido vencido.
http://protestantedigital.com/blogs/38801/en_que_creen_los_que_no_creen
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