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ESPIRITUALIDAD Y COMUNICACIÓN

EL PROBLEMA DE LA COMUNICACIÓN SOCIAL ¿DEPENDENCIA O LIBERACIÓN? EL MUNDO SE HA CONVERTIDO EN UNA "ALDEA GLOBAL"

EL PROBLEMA DE LA COMUNICACIÓN SOCIAL ¿DEPENDENCIA O LIBERACIÓN? 

EL MUNDO SE HA CONVERTIDO EN UNA "ALDEA GLOBAL" 

Rodrigo Santillán Peralbo


Nuestras generaciones han asistido a la más importante revolución científico-técnica que modificó sustancialmente el campo de las comunicaciones y, consecuentemente, de la comunicación social. La internet, la radiodifusión, la televisión y la prensa escrita han convertido al mundo en una “aldea global” según definición del comunicólogo-teórico norteamericano-canadiense McLuhan.
Con esa revolución tecnológica al servicio de la humanidad, podría haberse pensado que la comunicación social iba a cumplir con sus más altos postulados y que la información podría impulsar los procesos de cambio y transformación hasta ubicar a los pueblos de todo el mundo, en la civilización sorprendente del siglo XX.I, pero la realidad fue totalmente distinta de los buenos propósitos; la comunicación social no difundió las ciencias, las artes, la tecnología para el desarrollo. Las empresas de comunicación social: Internet, Radio, TV, Prensa Escrita, Cine y las agencias internacionales de noticias y de publicidad se pusieron al servicio del capital transnacional e inexorablemente sirvieron a sus propósitos: Convertir al mundo en un inmenso mercado para sus productos, a través de la creación de sociedades de consumo; así, en lugar de cultura, la humanidad comenzó a consumir productos superfluos e innecesarios y en lugar de ciencia y tecnología recibió alienación, desnacionalización, aculturación y deshumanización.
Los procesos de neocolonización y neodominación se vieron impulsados y respaldados con un aliado poderoso y casi imbatible: La Comunicación Social; y McLuhan dio el espaldarazo teórico al imperio, al afirmar que ya no eran indispensables los cañones y las bombas para dominar a los pueblos, sino tan solo un buen sistema de comunicación de masas.
La revolución tecnológica en las comunicaciones sirvió para incrementar la dependencia de los pueblos subdesarrollados y uncirlos ideológicamente al capital transnacional, al imperio monopólico, a las doctrinas neoliberales que fueron y son
doctrina y práctica del sistema de explotación irracional de los recursos naturales y humanos para beneficio de los dueños del capital que esparcen sus tentáculos, vía transnacionales por los cuatro puntos cardinales de la tierra.
Desde entonces, los procesos alienantes han deseado liquidar los valores esenciales de naciones y pueblos con un nuevo tipo de colonización ideológica encaminada a la pérdida de la identidad. Así, las empresas de comunicación social nacionales y las agencias transnacionales de información se han encargado de negar al pueblo a ver sus propias realidades, y se les ha obnubilado con mitos extraños, con falsos valores y estereotipos condicionantes que, en última instancia, impiden la creación de una conciencia crítica, no sólo en las masas sino en los propios orientadores de la opinión; es decir en los periodistas, comunicadores, en los políticos, en los dirigentes de las organizaciones populares y de comunicación social que se convirtieron en los mejores agentes de propaganda de los Estados Unidos, según el rol que les asignó el centro hegemónico del capitalismo; y, en este sentido defienden las democracias aparentes y se oponen con todo su poder, a la consecución de la justicia social, a la liberación de los pueblos y a la realización de una verdadera democracia, cuya profundización permita la participación directa y efectiva de los ciudadanos en los asuntos fundamentales del Estado.
Antonio García al analizar el papel de los medios de comunicación en América Latina expresaba que estos se dedicaron a organizar y ejecutar una verdadera contrarrevolución cultural y preventiva para impedir a los pueblos ser partícipes directos en el rescate, creación y desarrollo de su propia cultura.
“La manifestación transnacional de la ciencia, de la tecnología, del arte, del sistema de información y de comunicación social, no sólo está reduciendo progresivamente el ámbito de la iniciativa latinoamericana, sino que ésta demoliendo ante nuestros propios ojos la capacidad de resistencia o de creación cultural de los pueblos latinoamericanos. La trascendencia de semejantes hechos no solamente consiste en su existencia histórica, sino en que está afuera de la conciencia de los pueblos y aún de sus élites intelectuales, de sus partidos reformistas y revolucionarios que se alimentan culturalmente por medio del sistema de comunicación social. El control absoluto ejercido sobre la prensa escrita, la radio, la televisión y el cinematógrafo, ha permitido la reestructuración a fondo de la economía de mercado y la adulteración de los valores, que había ido creando el irregular y difícil ejercicio de la democracia representativa en los países latinoamericanos de todos los rangos y niveles. La libertad de empresa sustituyó a la libertad de información y de opinión; la publicidad comercial y política reemplazó la posibilidad del libre examen y de la conciencia crítica; los gobiernos de fuerza sustituyeron a los gobiernos de opinión y el desmantelamiento de las instituciones tutelares del Estado liberal de Derecho, se constituyó en mecanismo defensivo del modelo de democracia representativa en un mundo libre, que propagó en América Latina la ideología de la seguridad nacional y de la guerra contrarrevolucionaria.”
Estas definiciones conceptuales del Estado y de sus funciones en la economía y la política, artes y ciencias, de la tecnología y de la sociedad, caracterizaron y caracterizan el rol de los medios de comunicación social, como el “Principal Aparato Ideológico del Estado”; en tanto que a los periodistas se les asignó el papel de intermediarios y mensajeros de los grupos de presión ya sea para galvanizar sus contradicciones, ya para publicitar sus diálogos.
El sistema diseñado convierte a los perceptores en simples escuchas sin capacidad de interlocución, en receptores sin poder de crítica, en repetidores de mensajes sin posibilidad de análisis, en reiterativos de las propuestas ideológicas sin lugar a discrepancia o mínima innovación.
La dependencia de los medios de comunicación al capital nacional y transnacional solo es un eslabón en la larga cadena de dominación y explotación de los recursos naturales y humanos de las naciones y Estados latinoamericanos. Las formas de dominación son variadas y en los niveles de dependencia, los medios de comunicación desempeñan también el rol de voceros o parlantes del sistema, de su “conciencia social y democrática”, según los valores doctrinarios e ideológicos demoliberales o simplemente neoliberales y como tales representan el papel de “cuarto poder del Estado burgués”, dentro de las ficticias democracias, justamente para demostrar a la población, la vivencia democrática, el ambiente de libertad y respeto a las opiniones y derechos humanos, cuando en la práctica, se transa el interés popular por el interés de clase dominante.
Las empresa privadas de comunicación social cumplen el rol asignado por el sistema, por los tanto responden a sus intereses y los defienden. No es que los empresarios de la comunicación se reunieron en una gran asamblea y decidieron ser malos o actuar contra las aspiraciones legítimas de los pueblos; su comportamiento sólo responde a los objetivos del sistema capitalista y, además, son consecuentes a los fines de las clases dominantes a las pertenecen, objetivos que coinciden con el sistema de dominación imperial y por ende son parte de la Sociedad Interamericana de Prensa- SIP- creada por la CIA en 1949, en los inicios violentos de la guerra fría que impuso a Estados Unidos el liderazgo mundial para derrotar al comunismo. Para ese objetivo agregado, la propaganda anticomunista era vital y su difusión correspondía a las empresas de comunicación social subordinadas al capitalismo hegemónico.
La comunicación social bajo estos cánones, es tan solo una mercancía; pero con raro poder de sustentación de la economía de mercado. La Constitución del Ecuador prohíbe que banqueros y financistas sean accionistas de los medios de comunicación, pero desde sectores gubernamentales se ha dicho que como son tan hábiles para los negocios, en algunos casos habrían buscado testaferros. Por tanto, es posible que aún existan conflictos de intereses en varias empresas de comunicación social.
Para Louis Althuser (1981-1990), “los medios de comunicación no sólo defienden los intereses de las clases dominantes, son también “instrumentos destinados a la reproducción de las relaciones sociales. Aparecen como ‘aparatos ideológicos’ del Estado, que aseguran la adhesión inconsciente de los individuos a los valores que definen la estructura social y despliegan los mecanismos de la dominación social. Junto a los medios, esa misión es cubierta por la escuela, la iglesia, el arte, los deportes y la familia. Los medios articulan el sistema de relaciones y dan significado a la estructura social, argumentando la dominación o el liderazgo cultural a través de su capacidad de seducción y persuasión para la implantación de los valores dominantes (políticos, económicos, religiosos...), la creación de una opinión favorable, la inducción de hábitos, etc. Forman parte de una estructura de instrumentos redundantes que permite establecer las posiciones dominantes sin recurrir a los aparatos represivos convencionales (fuerzas armadas, policía, etcétera).

Althusser estudia otras expresiones del ‘aparato ideológico’ del Estado, como el arte o el cine. El arte permite descubrir la ideología que lo promueve, la huella del pensamiento que transmite. Ejerció una clara influencia en el desarrollo de los estudios culturales, especialmente a través de la figura de Stuart Hall.
Althuser se afilió al Partido Comunista francés y al referirse al pensamiento marxista lo define como una metodología científica de interpretación de la historia que rompe con las visiones idealistas cuyas ejes centrales son las contradicciones inherentes en los modos de producción y la estructura dominante de las relaciones sociales. El marxismo no es tanto una cosmovisión como una ciencia revolucionaria de interpretación de la estructura social.
Juan Torres, subió a la red un texto que analiza el rol de los medios de comunicación al decir que parten de la certeza de que los mensajes de los medios de comunicación reproducen la ideología de la clase dominante y buscan manipular al receptor para que piense que vive en un sistema social justo, equilibrado y democrático (aunque la realidad sea otra).
Al referirse a los mensajes insertos en los medios de comunicación señala el Significado dominante o preferente y advierte que es aquel que trata de defender a la clase dominante, que busca legitimarla o transmitir sus valores y visiones del mundo a los demás grupos sociales.
No hay mensajes inocentes, es decir, libres de manipulación ideológica o de contenidos que reflejen ciertos valores y visiones del mundo y omitan otros (Morley, 1992, p.82). Los mensajes no tan sólo comunican significados explícitos (manifiestos), sino también contienen significados latentes. Morley se cuestiona:
¿Qué es lo que dice el programa? ¿qué es lo que se toma por sentado (lo que no necesita decirse) en el programa? es decir, qué aspectos de la realidad social toman como válidos e incuestionables y cuáles no.
Fiske afirma que cada uno de nosotros percibimos la realidad de acuerdo a nuestro contexto cultural. Lo que pasa por realidad en cualquier cultura es el producto de los códigos de esa cultura; la realidad siempre se encuentra encodificada, nunca se muestra cruda.
Advierte que los medios de comunicación por sus condicionantes económicos, políticos e ideológicos, tienden a reproducir los códigos y las visiones del mundo de las clases hegemónicas.
Los héroes encarnan la ideología dominante, mientras que los villanos y las víctimas tienden a ser miembros de grupos subalternos (o de naciones subalternas, como latinoamericanas, asiáticas o africanas), que no profesan suficientemente bien la ideología dominante o que incluso se oponen a ella.
Croteau y Hoynes (2003) declaran que la acumulación de imágenes mediáticas sugiere qué es lo “normal” y qué se “desvía de lo normal”. Las ideas y actitudes que se incluyen rutinariamente en los medios se convierten en partes del debate público que se considera legítimo. Las ideas que se excluyen de los medios o que son ridiculizadas por ellos terminan quedando fuera de temas a debate.
Los mensajes comunicacionales ofrecen significados alternativos, los cuales en ocasiones cuestionan y critican a la propia clase dominante que tiene la propiedad y el control de los medios.
LA POLISEMIA DE LOS MENSAJES
Los autores en la corriente de estudios culturales explican lo anterior señalando que los mensajes comunicacionales son polisémicos, es decir, que poseen múltiples significados y no solamente uno.
Los mensajes son polisémicos por muchas razones, una de ellas se debe a que en el proceso de la reproducción muchos de los condicionantes (individuales, organizacionales, externos, etc.) se contraponen entre sí.
Otra razón por la que se genera la polisemia se debe a la necesidad de captar amplios y diversos grupos con distintos niveles culturales y visiones ideológicas.
En su afán por maximizar los públicos para hacer más rentable el mensaje, los medios realizan concesiones e incorporan rasgos de las clases subordinadas en los contenidos. Al incluir algunos significados alternativos como gancho (algunos ricos son malos, muchos pobres son buenos y mejores que los ricos), además de los mensajes dominantes (los ricos son buenas gentes y se preocupan por los pobres), abren la posibilidad de que, en la recepción, sean los alternativos los que terminen siendo aceptados, en vez de los preferentes o dominantes.
SIGNIFICADOS ALTERNATIVOS
EN LOS MENSAJES
Crítica a los actos de corrupción, prepotencia o injusticia de políticos y grandes corporaciones. Crítica a las fuerzas del orden (policía, ejército) cuando éstas legitiman, o defienden funcionarios o sistemas corruptos, dictatoriales o injustos).
Presentación de minorías étnicas (negros, hispanos, indios) y sociales (mujeres, ancianos, obreros, campesinos, pobres) como héroes o protagonistas principales.
Crítica a los estereotipos sociales y étnicos.
Críticas a la violencia.
Críticas al machismo.
Rechazo a la cultura elitista y defensa de lo popular.
Develación de los trucos de los medios de comunicación para manipular a la audiencia.
Defensa de la ecología y denuncia de acciones contaminantes.
La ideología es entonces un intento de hacer que la gente vea el mundo de acuerdo a los términos o códigos que han sido establecidos por uno o más grupos de personas, usualmente aquellos que controlan el poder dentro de la sociedad.
Para los culturalistas el significado de los mensajes no se pueden descubrir puramente dentro del texto, sino que se construye en la interacción entre el texto y sus usuarios (Hall, en Morley, 1992, p. 87)
El significado se construye de distintas maneras de acuerdo con el capital cultural con que cuentan cada grupo de receptores, así como con sus valores, prejuicios y predisposiciones.
A más de lo anotado por Torres, el proceso de apropiación de los medios de comunicación por las clases dominantes o sus aliados de las clases económicamente pudientes arranca desde los mismos métodos coloniales de acumulación de capital que comienza con la usurpación de las tierras a sus legítimos propietarios: los indígenas. Allí se encuentra la génesis de la ideología dominante reproducida por las grandes empresas de comunicación social.
El sistema de dominación impone una serie de taras sociales, económicas, políticas y culturales que son apadrinadas y consolidadas por los medios de comunicación que se especializaron en manipular los hechos, tergiversar las realidades, ocultarlas o negarlas hasta conformar verdaderos modos de desinformación para cumplir con los objetivos asignados por el sistema; es decir para ser los reproductores de la ideología dominante.
Otro efecto del sistema de comunicación social instalado se refiere a la incomunicación a la que se somete a los pueblos que se agrava con la paulatina y sistemática técnica de desinformación que emplean las empresas de comunicación nacionales y agencias transnacionales de información. La desinformación tendrá que corregirse con al implantación de nuevos sistemas de comunicación social de carácter alternativo, popular, democrático y liberador.
La desinformación es una técnica de la comunicación y de la información que consiste en la manipulación deliberada de la noticia, de la información de los hechos sociales con fines de propaganda de los valores o antivalores del capitalismo y para defender los principios e intereses ya sea directamente desde los centros de decisión o a través de sus satélites regionales o continentales.
La desinformación es una técnica de la mentira que fue utilizada por el nazifascista Goebbels y perfeccionada por los teóricos norteamericanos, a partir de la Segunda Guerra Mundial. Al referirse a las mentiras propagadas por el sistema imperialista, por intermedio de las agencias transnacionales de información y por los medios de comunicación nacionales, Fidel Castro dijo una gran verdad: “Nos casaron con la mentira y nos obligaron a convivir con ella”. La desinformación también es el silencio o el deliberado esfuerzo por ocultar los hechos sociales, políticos, culturales, que pueden afectar a los intereses del imperio o prestigiar de alguna manera los triunfos, logros o éxitos de pueblos y Estados liberados del sistema capitalista.
En este mismo sentido, la desinformación es la técnica informativa, mediante la cual se transforma el contenido de una noticia, de un hecho social, económico, cultural o político con fines de propaganda o de publicidad. Por millones de ejemplos se puede demostrar que las agencias transnacionales de información se han especializado en las técnicas de la desinformación. Así ocurrió en la guerra de los Estados Unidos contra Vietnam, en los procesos de desmantelamiento del socialismo en los países del Este de Europa, en la desintegración de la Unión Soviética, en la Guerra del Golfo de Estados Unidos y sus aliados de la OTAN contra Irak, de Estadios Unidos y la OTAN contra Yugoslavia, así ocurrió en la despiadada guerra de Estados Unidos contra Afganistán y ahora contra Siria y la grosera injerencia en los asuntos internos de Ucrania..
Así ocurre en las noticias, informaciones y opiniones que se vierten contra Cuba o que desprestigiaron hasta la destrucción a los movimientos de liberación nacional de los pueblos de América Latina, así ocurre con la guerra de Estados Unidos contra el narcotráfico, con el Plan Colombia y con las negociaciones del gobierno de Colombia con las FARC-EP.
Al referirse a la desinformación, Antonio García afirmó que: “ No es un hecho casual y aislado, ni la ocasional falta de información sobre un determinado acontecimiento, sino el resultado previsto de un método que modifica dolorosamente la naturaleza, contenido y alcances de una noticia, de acuerdo con una estrategia de dominación, a escala mundial, regional o nacional.”.
La desinformación es, en consecuencia, un grave defecto de los actuales sistemas de comunicación social; no solo porque pretende mistificar la noticia sino porque tergiversa tendenciosamente los hechos y porque sirve para fines de neocolonización y creación de sociedades de consumo, en países que, como el Ecuador, tiene otras urgencias que atender. Más aún, el actual desequilibrio de la información utiliza otras técnicas de sometimiento, tales como la sobreinformación que no es otra cosa que la saturación intensiva de noticias sobre un hecho determinado, hasta producir el hastío colectivo. El procesamiento de la información, la codificación de los hechos conllevan una intencionalidad ideológica latente o expresa. En unos casos se desinforma, en otros se sobreinforma y en los más se censuran los códigos, se autocensuran los periodistas o comunicadores o simplemente se discriminan las noticias al exaltar superficialidades y minimizar los hechos profundos que permiten avances o progresos sustanciales de los pueblos.
En otras palabras, si no se liquidan las formas de neodependencia y neocolonización no puede existir liberación y ni siquiera la independencia de opinión, criterio, análisis, crítica de la información, tal como suelen sostener algunas empresas de comunicación que proclaman una pretendida independencia. Por otra parte, en el periodismo actual no hay lugar para la neutralidad, tantas veces impuesta por el imperialismo y por el empresariado y otras tantas, prostituida, en aras de los intereses de las clases gobernantes nacionales o extranacionales que entendieron perfectamente la indiscutida potencialidad y trascendencia de la Comunicación Social que se difunde a través de los medios de comunicación, pilares de cualquier sistema socio-económico-político y base irrenunciable de la reproducción ideológica.

“En toda sociedad, los obstáculos que coartan la libertad y desvirtúan la democracia son síntomas peligrosos. Se dice a veces que las críticas a este respecto constituyen una injerencia en los asuntos jurídicos o políticos de las naciones, o en el funcionamiento natural de los empresarios privados “, señalaba el Informe McBride.
Ahora bien, estos abusos del Poder del Estado o de las prácticas monopolistas son graves obstáculos para la libre circulación de la información. Casi todos los sistemas disponen ciertamente de un margen que les permite superar y eliminar los obstáculos. La condición fundamental para ello es que haya una voluntad política, sostiene el informe de McBride. Es verdad que los términos libertad de expresión, libre circulación, libertad de prensa y opinión son de usufructo particular de las grandes empresas de comunicación social. El trabajador de esas empresas, generalmente es manipulado en forma humillante para que su ideología y definiciones políticas se adapten a las tesis y definiciones políticas de los empresarios. Esta situación debe ser modificada en forma radical y a menester que la libertad de prensa con todas sus responsabilidades y deberes se amplíe en forma afectiva hacia toda la población.
Las limitaciones a la práctica de esa libertad son inconstitucionales y quienes incumplen o no observen la norma constitucional deben ser enjuiciados para ante los tribunales respectivos. Por otra parte, el concepto libertad de prensa ha sido restringido para uso de los grupos de presión y para los centros de decisión del país. En otras palabras, incluso la norma constitucional, común para todos los ecuatorianos, sólo ha beneficiado a los detentadores del poder económico, político, social y cultural del país.
Si existen restricciones sobre la libertad de prensa, también se producen fuertes trabas sobre la circulación de las noticias. Por un lado, la misma naturaleza de la industria de la comunicación impone ciertas condiciones que conducen a la formación de monopolios y éstos, inexorablemente, recaen en los grupos económicos poderosos y en las élites socio-culturales, en tanto que el resto de la población solo se convierte en receptora de mensajes.
“Parece innegable que la libre circulación entre los fuertes y los débiles, los ricos y los pobres, ha tenido consecuencias nefastas para los segundos... “, concluye el informe McBride. Los desequilibrios y desigualdades que ocurren en los procesos de comunicación e información entre interlocutores que no sean iguales es un problema irrebatible.
Este mismo fenómeno ocurre en el ámbito internacional entre países industrializados y en desarrollo, entre ricos y pobres. La libre circulación de la información se convierte en comunicación unilateral, en un solo sentido, es decir de comunicador a receptor; por lo tanto, no existe ni equilibrio, ni intercambio en el flujo de información. Es altamente deseable que la libre circulación de la información se convierta en una situación común para todos los habitantes del país y que ese concepto y derecho deje de ser una ventaja concedida por las estructuras del Estado a una minoría privilegiada. Naturalmente que será difícil y ardua la tarea de transformar los actuales conceptos y prácticas de la libre circulación de noticias; sin embargo de esta afirmación, es indispensable empezar sin demoras a enfrentar esta problemática que afecta grandemente a los procesos de innovación, cambio y transformación que nuestro país tiene que emprender, en el menor tiempo posible, pese a las nuevas teorías de libertad de expresión que apuntala tanto al abuso del poder como al poder del mercado o globalización de la economía, la política y la cultura. “Nada hemos hecho; aún hay mucho por hacer “.

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