Martín Hidalgo.
Las tijeras de los danzantes que lo homenajeaban surcaban el aire, lucían afiladas y desafiantes. Eran un reflejo de la mirada de lince del guerrero de izquierda Javier Diez Canseco que ahora reposa en un féretro recibiendo el último adiós de quienes reconocen su tenacidad y consecuencia.
"Han dinamitado mi casa, han ametrallado mi auto, han intentado secuestrar a mis hijos, y aquí estoy... Aquí estoy", decía Javier en su última intervención en el Hemiciclo del Congreso de la República.
Rosa Mavila, su compañera de izquierda en el Congreso, lo recuerda como alguien firme en sus convicciones, pero también sensible frente al dolor humano. El último artículo que escribió en La República sobre el dolor, dice, así lo refleja.
"Es una muestra de su grandeza humana. Él, que estaba muriendo, se preocupada de los que sufren dolor pero que no tienen medicina para mitigarlo. Su ser y su identidad eran proyectarse a los desposeídos, los de abajo", dice Mavila.
Su discapacidad física nunca lo limitó para su compromiso con la justicia social. Al contrario, como psíquicamente no tenía asomo de cobardía, la discapacidad lo hacía crecer.
Carlos Tapia, también amigo de Javier, resalta el puñetazo que le propinara, en 1998, al fujimorista Daniel Espichán en el Parlamento. "Seré cojo, pero no manco", fue la frase que lanzara Diez Canseco tras el hecho, y que quince años después evoca el analista político.
"O cuando Nadine Heredia preguntó si era tan difícil caminar derecho, y él dijo ’sí, pues, a mí se me hace difícil caminar derecho’. Siempre tuvo sentido del humor para con el mismo", acota.
HOMBRE DEL PUEBLO
Aun cuando se decía que había nacido en la burguesía limeña, Javier Diez Canseco prefirió ponerse del lado de las clases oprimidas, renunciando a los privilegios que tenía.
Alberto Adrianzén recuerda, por ejemplo, que en los años 70 solían viajar en el auto Fiat de Javier a provincias para tareas de apoyo educativo, pero nada superó a cuando fueron a La Oroya para proyectar la película Octubre a los mineros.
Raúl Wiener ratifica eso. El periodista se despidió de Javier el Viernes Santo. "Me dijo que tenía fuerzas. No quería morir", recuerda, y aprovecha la ocasión para resaltar la sensibilidad del político de izquierda.
"Lo vi llorar cuando murió Alberto Flores Galindo, y cuando murió la Unidad de la Izquierda en los 80. Algunos no entendían eso, pero era sincero con lo que sentía", asegura.
Sin duda, hay consenso en que Javier es la representación de la izquierda, y lo dejó claro en su última disertación en el Legislativo, antes de ser suspendido arbitrariamente: "...Aquí, señor, no hay un pesetero, aquí hay una persona de principios". Ese es el legado que Javier deja a quienes, como él, solo buscan el bien común.
LA JUSTICIA SOCIAL EN LOS GREMIOS
Mario Huamán, secretario general de la Confederación General de Trabajadores (CGTP), revela que Javier Diez Canseco estaba trabajando hasta sus últimos días por conseguir la derogatoria de los regímenes especiales que afectaban a más de dos millones de trabajadores.
"Nos pidió a través de sus columnas periodísticas que trabajemos en una iniciativa legislativa. Su lucha ha sido desde siempre por la justicia social para las mayorías", acota el líder sindical.
Lourdes Huanca, presidenta de la Federación Nacional de Mujeres Campesinas, Artesanas, Indígenas, Nativas y Asalariadas del Perú (Femucarinap), califica a Javier como su padre político y recuerda su enseñanza de siempre: mantenerse firmes ante la injusticia con los campesinos.
"En plena lucha contra Alberto Fujimori nos animó a ponernos de pie para recuperar la democracia cueste lo que cueste", evoca.
CLAVES
Los partidos de la izquierda peruana realizarán mañana un juramento ante el féretro de Javier Diez Canseco para la conformación de un frente amplio para las próximas elecciones.
Rosa Mavila cuenta que durante la campaña del NO, Javier se divirtió mucho con el ’meme’ en el que parecía la cara José Carlos Mariátegui con la frase: "Cómo hubiera preferido que este NO hubiera sido mi nieto".
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