Jesús en la sinagoga de Nazaret / Pablo apóstol obedeció la visión - Comparte Rafael Angel Marañon
Jesús en la sinagoga de Nazaret
Nadie da, como explicación de Ia mortecina marcha de las iglesias, el hecho cierto y evidente de que muchos de los cristianos padecen de “falta de interés”( No quiero que se me interprete como una generalización: ¡faltaría más! Ciertamente conozco cristianos que, en muchas diferentes congregaciones, son ejemplos de como el interés por Cristo y su Palabra está patente en sus vidas) Pero hay falta de interés por Ia persona de Cristo y su obra.
Y es que uno y otra no se aprecian en lo que valen, ni siquiera por aproximación. Falta, sin duda y lastimosamente, Ia valoración real y viva de Ia grandeza de Ia soberanía de Dios: por lo cual, ésta no se capta con Ia necesaria intensidad, ni Ia necesidad y Ia obvia conveniencia del sometimiento a su voluntad, claramente expresada en Ia Biblia. Hay dejadez y descuido.
Decimos que creemos en que ni un pajarillo está en olvido de Dios, pero actuamos como si nosotros fuéramos menos para Dios que cualquier pajarillo. Decimos con los labios lo que no creemos... todos lo sabemos, y lo que es más triste, a casi todos nos parece bien. Estoy dirigiéndome a los creyentes.
Cada uno cree que hace bastante con lo que hace, y hasta hay quien piensa que hace demasiado... actitud que convierte a muchos en engreídos y soberbios, menospreciando a los demás al amparo de la fanática convicción de su perfecta observancia de las ‘normas’ bíblicas hasta en su más mínimo detalle sin retener en cuenta el contexto y la época. Mucho del fanatismo y sectarismo que se atribuye a las congregaciones religiosas por parte de personas no creyentes, procede de éstas actitudes demasiado comunes por desgracia.
Casi todos piensan, conscientemente o no, que cuando hacen algo que ellos creen de valor espiritual, le están haciendo un favor a Dios. Olvidan que “siervos inútiles somos” (Lucas 17:10) Pero de verdad lo piensan. Lo hemos comprobado muchas, demasiadas veces. Cuesta convencer a los cristianos (muchos de los cuales lo son con tan buena intención, como grande es su ignorancia en Ia fe) que el cumplimiento de las ordenanzas de Dios es para su bien.
No se trata de contentar a Dios para comprometerlo en cualquier cosa que a nosotros se nos ocurra, ni para que nos «deba un favor». Ni se trata de orar para que Él apoye nuestras, muchas veces, estúpidas pretensiones. De lo que se trata, es de conocer su voluntad expresada en las Escrituras, hacerla fielmente y comprobar su fidelidad y poder. De lo que se trata es de no sólo hablar a Dios, sino “escuchar atentamente” y ¡obedecer! (Deuteronomio 15: 5) Para eso es La Iglesia.
AMDG
Pablo apóstol obedeció la visión.
Hay que convencer a los cristianos de que la obediencia a la palabra de Dios es bendición para cada uno de nosotros: nada más y nada menos. Dios es autosuficiente y no necesita nada de nadie. Sólo desea nuestro bien porque nos ama. Por ello nos salva, y quiere que reposemos en él eternamente.
Cuando quiere realizar algo por medio de alguno de nosotros, lo hace como y cuando quiere, y hasta la misma oración es obra de Él, que la pone en nuestro corazón y nuestra boca por el Espíritu Santo (Lucas 1:67) Pero si tiene que responder a la oración, es porque ésta, y su propio objeto, ya están determinados en su soberana voluntad y libre decisión. (Proverbios 16:4) Él utiliza hombres con un llamamiento especial, después de haberlos escogido de entre los escombros del desolador sistema mundano.
Así escogió a Noé, a Abraham, Jacob, David, Elías y tantos otros. Eran hombres en medio de la idolatría y el olvido de su Creador. Hombres que de no ser llamados, hubieran sido unos tantos más de entre la confusión, la ignorancia, y el menosprecio de cuanto recordara o tuviera relación con el Dios viviente. Al ser llamados, obedecieron… y triunfaron. Su actitud unánime fue: e hizo lo que le fue mandado por Dios, en tanto que obedecieron a Su demanda: Mira que seas valiente para hacer lo que te mando. (Josué 1:7)
¡Ah, si Dios levantara hombres así en este tiempo! Y cuánta bendición se derramaría de parte de Dios si el hombre llamado, el cristiano, lo fuera de verdad y pudiera decirse de nosotros como de Israel: … e hicieron los hijos de Israel conforme a todas las cosas que Jehová mandó a Moisés. (Números: 4: 34) Sería como decir: “e hicieron los cristianos todas las cosas que Dios les mandó por medio de su hijo Jesucristo”. Y fueron libres (Juan 8: 36).
¿No ha puesto Él en nuestro corazón alguna vez este deseo? ¿Y no hemos notado alguna vez que quizás seamos nosotros los hombres que El quiere levantar; los hombres llamados a obedecer?
Aquellos hombres de las Escrituras tuvieron que contestar al llamado de Dios, soberano e inapelable, y Él produjo por medio de ellos, de forma irresistible, la obra que en su corazón dispuso como Hacedor y «Director» (Jonás 3: 2-3)
Pero el cristiano de hoy no manifiesta poder ni fuerza, ni arrastra gente tras de sí (las excepciones honran Ia obra de Dios), por la sencilla razón de que Dios es, para ese tipo de cristiano, una minúscula parte de su pensamiento y su actividad.., apenas algo más de lo que representa para un incrédulo. (Éxodo 5: 2).
AMDG.
Año de la Fe
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