Cuando se habla de san Francisco, a muchas personas les viene a la mente el hecho de que él es amigo de la naturaleza y de los animales. Tal vez relativamente pocos sepan que Francisco es Patrono de la Ecología; declarado oficialmente por el papa Juan Pablo II, el día 29 de noviembre de 1979.
Infelizmente, para una gran parte de las personas, san Francisco es apenas objeto de una admiración sentimental y romántica. No lo conocen de modo más profundo. Y, menos aún llegan a imitarlo en su amor auténtico a todas las criaturas, animadas e inanimadas, del universo entero. No llegan ni a imaginar la posibilidad de un amor fraterno cósmico. Llegar a amar al sol, a la luna y a las estrellas, como Francisco las amó.
Y, Francisco vivió ese amor “concreto”, telúrico y cósmico al mismo tiempo, acogiendo, en el más profundo amor fraterno a todas las criaturas como hermanos y hermanas de verdad. Es el Francisco, simultáneamente, humano y cristificado. Es el santo, incómodamente próximo a nosotros en su manera tan humana de ser; y es el hombre tan increíblemente lejano de nosotros en su santidad provocadora y profética.
Es el santo que provoca la admiración y es el hombre que obliga a la imitación. Y todo eso armónicamente integrado en un hombrecito tan pequeño e insignificante, que nunca pisó una universidad para hacer estudios, pero que se tornó materia de estudios en muchas universidades actuales. Francisco, que nunca aceptó ser identificado con algo que fuese grande o importante, pero que hoy es considerado como uno de los mayores santos de la historia, uno de los mayores genios de la poesía universal y el mayor profeta de todos los tiempos en la predicación del Evangelio y, principalmente, del “mandamiento nuevo de Cristo”, o sea, del amor a todos los hombres, y a todas las criaturas del universo cósmico.
Ese hombrecito, tan común y simple, y al mismo tiempo tan extraordinario y diferente, que encanta y cautiva, a lo largo de ocho siglos, a la humanidad entera. Personas simples y analfabetas, así como los sabios y los grandes genios de la humanidad, todos se paran delante del Pobre de Asís. Unos le piden una gracia o un favor, otros intentan descubrir su maravilloso secreto para vivir. Católicos y protestantes, hombres de fe y ateos, científicos y teólogos, materialistas y místicos, todos sienten una extraña fuerza que los atrae hacia ese hombre diferente. Es una fuerza que todos sienten, pero que pocos saben explicar. Es una influencia que muchos perciben, pero que pocos llegan a imitar.
Es delante de esa persona, del “idiota” (como él mismo se llamaba), del “santo y genio” (como nosotros lo llamamos), que ahora nos vamos a situar. Y queremos pedirle que nos deje entrever un poco de su secreto de vida, para que de él aprendamos a ser mejores y podamos construir un mundo más humano, más fraterno, más evangélico y más franciscano.
Un mundo en que los hombres se redescubran como hermanos y redescubran a todas las criaturas como hermanas. Que san Francisco nos enseñe a construir un mundo nuevo, en que la naturaleza vuelva a ser la fiesta de Dios creador, que nos ofrece el espectáculo gratuito de la naturaleza deslumbrante y fantástica, como la inmensa catedral del hombre, donde él celebra la liturgia cósmica con todas las criaturas hermanas y entra en comunión vital con el propio Dios, que se reviste de la naturaleza humana. Y san Francisco es el sacerdote de esa misa universal sobre la tierra, ofreciendo al Padre en la patena del universo. Y todas las criaturas cantan la sinfonía universal y cósmica, de este ofertorio de la creación, que san Francisco prepara en el altar del universo. Y todos somos invitados a participar de esa “Misa Ecológica”.
1. Francisco, Patrono de la Ecología
Tristán de Ataíde dice que “hay un san Francisco convencional, como hay un Cristo convencional. Uno es el dulce nazareno de los discursos patéticos del jurado. Y otro es el pobre de Asís, rodeado de golondrinas, con el rostro transparente de una virgen prerrafaelista y una aureola muy redondita detrás de la cabeza. Esa es la figurita de estampa que todo literato que se precie tiene la preocupación de fijar en la pared de su estudio…”.
Pero hay otro san Francisco, “un hombre pequeño y oscuro, con una nariz medio achatada, medio torcido, con una barba rala en la cara y en los labios un bigote escurrido, cabellos duros en torno a la tonsura, los pies callosos e inmundos de tanto andar a pie el polvo y el barro de los caminos; por traje un saco color ceniza, manchado, desarrapado, con una simple cuerda atada a la cintura y unos pelos de cilicio apareciendo entre los rasgones; magro, cadavérico, de ojos inflamados y mal aliento; gesticulando, sin saber quién fue Virgilio y sin nunca haber apuntado en la “Lógica” de Aristóteles…”.
Y, “si se optara por destruir el otro y quedarse apenas con éste, se cometería igualmente un gran error. Porque él (Francisco) fue una y otra cosa…” (Sao Francisco de Assis, editora Salamandra, 1983, pág. 7).
Por otra parte, es importante buscar cada vez más al Francisco auténtico, al original. Para eso es preciso desmitificarlo, librarlo de las leyendas y de las falsificaciones acrecentadas a lo largo de la historia. Es preciso purificarlo de una serie de impurezas y restaurarle su rostro verdadero. Inclusive, redescubrir su relacionamiento fontal con la naturaleza y todas las criaturas.
Muchas veces “san Francisco” es llamado “hermano universal”. Y no sólo por darle un título original, sino, porque de hecho, él fue el verdadero hermano de la tierra, del agua, del fuego, de las plantas, de los insectos y hasta del sol, de la luna y de las estrellas. Llamaba a todas las criaturas, hermano y hermana.
San Francisco no quería que se talase un árbol si no era absolutamente necesario. Retiraba los gusanos de los lugares muy transitados, para que nadie los fuera a pisar. Sumergía las manos en el agua límpida y bebía en el cuenco de las manos, alabando al Creador que la hizo “útil, humilde, preciosa y casta”.
En cierta ocasión, Francisco hizo un bonito sermón a los pajarillos. Les dijo que debían agradecer mucho a Dios, pues El les da las frutas para que se alimenten, el aire puro para que vuelen y los árboles para hacer sus nidos. Y vino una gran bandada a escuchar el sermón. Se quedaron quietecitos y escucharon atentamente hasta el fin.
Todo eso es más que un motivo para hacer a san Francisco el patrono de la ecología. Fue el Papa, San Juan Pablo II el que, en una “Bula” especial, declaró al Santo de Asís “Patrono de los Ecologistas”. El texto de la Bula es el siguiente:
“Entre los santos y hombres famosos que valorizan la naturaleza como un don maravilloso hecho por Dios al género humano, se incluye, con mucha razón, San Francisco de Asís. Pues él llegó a comprender, de modo bien propio, todas las obras del Creador; e, inflamado por el espíritu divino, cantó aquel bellísimo “Cántico de las Creaturas”, por las cuales, especialmente por el hermano sol, la hermana luna y las estrellas del cielo, tributó al altísimo, omnipotente y buen Señor, el debido loor, gloria, honra y toda bendición. Con muy buen criterio, pues, nuestro venerable hermano Oddi, Cardenal de la Santa Iglesia Romana, Prefecto de la Sagrada Congregación del Clero, en nombre principalmente de los miembros de la Sociedad Internacional llamada “Instituto de Planificación Ambiental y Ecológica para la Calidad de Vida”, pidió a esta Sede Apostólica que San Francisco fuese declarado, delante de Dios, Patrono de los. Ecologistas.
Nos, por tanto, de acuerdo con la opinión de la Sagrada Congregación de los Sacramentos y del Culto Divino, en virtud de este texto, y para siempre, constituimos a San Francisco de Asís como Patrono celestial de los ecologistas, con todas las honras consecuentes y con los privilegios litúrgicos correspondientes, sin que pueda haber algo en contrario. Así lo ordenamos, mandando que el presente texto sea rigurosamente observado y que tenga sus efectos tanto ahora como en el futuro.
Dado en Roma, junto a San Pedro, con el sello del Pescador, en el día 29 de noviembre del año del Señor de 1979, segundo de nuestro Pontificado”.
De acuerdo con esta Bula hay tres razones para que san Francisco sea declarado Patrono de los Ecologistas:
1) Valorizó la naturaleza como un don maravilloso, hecho por Dios al género humano;
2) Llegó a comprender, de modo bien propio, todas las obras del Creador;
3) Cantó aquel bellísimo “Cántico de las Creaturas”, … por las cuales tributó al altísimo, omnipotente y buen Señor, el debido loor, gloria, honra y toda bendición.
Y el Papa, mediante ese documento, concede a ese “hermano universal de la naturaleza” todas las honras y privilegios litúrgicos correspondientes. “Eso significa que, sobre todo en las Misas celebradas en los más bellos escenarios naturales de la Creación, se puede invocar a san Francisco, el enamorado de las criaturas, para que, bajo su dirección, aprendamos a orar “ecológicamente” al Creador y a sus santos principales” (Pedro de Anasagasti, ofm., “Cuadernos Franciscanos”, 1986, N° 75, pág. 426).
En este pequeño documento está la verdadera fundamentación teológica para declarar a san Francisco el patrono de la ecología: “Valorizó la naturaleza como un don maravilloso, hecho por Dios al género humano”.
Artículo originalmente publicado por Mercabá